Comulgar es vivir en Jesús y vivir de Jesús: como el sarmiento unido a la vid y nutrido por ella. En la Eucaristía encontramos el principio y raíz de todo en nuestra vida: de la gracia, luz, fuerza, fecundidad, felicidad, del amor.
Para comprender el significado del sacrificio de la Eucaristía, que se repite día tras día en la celebración de la Misa, te recomendamos 5 citas bíblicas (con un pequeño comentario) sobre este gran misterio de amor.
En ellas, Jesús se da a conocer como el Pan Vivo y nos va mostrando cómo acogerlo en nuestra vida con mayor conciencia y amor.
1) "Les dijo Jesús: 'Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed" (Jn 6, 35).
“En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que nos nutre de sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse alimentar por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo”- Papa Francisco.
2) "Discutían entre sí los judíos y decían: '¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?' Jesús les dijo: 'En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.'" (Jn 6, 52-58).
“Jesús nos habla con ternura cuando se ofrece a los suyos en la santa comunión: 'Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él'. ¿Qué más podría darme, mi Jesús, además que su carne en alimento? No, Dios no podría hacer más, ni mostrarme un amor más grande. La santa comunión, como la palabra misma implica, es la unión íntima de Jesús con nuestra alma y nuestro cuerpo. Si queremos tener la vida y poseerla abundantemente, debemos vivir de la carne de nuestro Señor. Los santos lo comprendieron tan bien, que podían pasar horas preparándose y más todavía en acción de gracias. ¿Quién podría explicar esto? '¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué incomprensibles son sus juicios, exclamaba Pablo, qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor?' (Rm 11,33-34). Cuando acogéis a Cristo en vuestro corazón después de partir el Pan Vivo, acordaos de lo que Nuestra Señora debió sentir mientras el Espíritu Santo la envolvía con su sombra y Ella, que estaba llena de gracia, recibió el cuerpo de Cristo (Lc 1, 26s). El Espíritu estaba tan fuerte en Ella que inmediatamente 'se levantó de prisa' (v. 39) para ir y servir” - Santa Teresa de Calcuta.
3) "Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: 'Tomad, comed, éste es mi cuerpo.' Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: 'Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.'" (Mt 26, 26-29).
“No hay nada de mágico en el cristianismo. No hay atajos, sino que todo pasa a través de la lógica humilde y paciente del grano de trigo que muere para dar vida, la lógica de la fe que mueve montañas con la fuerza apacible de Dios. Por esto Dios quiere seguir renovando a la humanidad, la historia y el cosmos a través de esta cadena de transformaciones, de la cual la Eucaristía es el sacramento. Mediante el pan y el vino consagrados, en los que está realmente presente su Cuerpo y su Sangre, Cristo nos transforma, asimilándonos a él: nos implica en su obra de redención, haciéndonos capaces, por la gracia del Espíritu Santo, de vivir según su misma lógica de entrega, como granos de trigo unidos a él y en él. Así se siembran y van madurando en los surcos de la historia la unidad y la paz, que son el fin al que tendemos, según el designio de Dios” - Benedicto XVI.
4) "La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" (1 Co 10, 16-17).
“La comunión 'hace' a la Iglesia en el sentido que significa, manifiesta y cumple su unidad. Hay un vínculo profundo, a propósito de esto, entre consagración y comunión: Cristo se da a nosotros (comunión), en cuanto antes ofreció su cuerpo al Padre en calidad de sacrificio por nosotros (consagración). También nosotros estamos capacitados para darnos y para recibirnos los unos a los otros sólo si antes, con Cristo, nos hemos consagrado en sacrificio por ellos; no se da nada a los otros si no es muriendo un poco, es decir, sacrificándose. Aquellos que se nutren del mismo pan, alrededor de la misma mesa, forman un solo cuerpo, como dice san Pablo” - Padre Raniero Cantalamesa.
5) "Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga." (1 Co 11,26).
“Con estas palabras, san Pablo recuerda a los cristianos de Corinto que la 'cena del Señor' no es sólo un encuentro convival, sino también, y sobre todo, el memorial del sacrificio redentor de Cristo. Quien participa en él -explica el Apóstol- se une al misterio de la muerte del Señor; más aún, lo 'anuncia'. Por tanto, existe una relación muy estrecha entre 'hacer la Eucaristía' y 'anunciar a Cristo'. Entrar en comunión con él en el memorial de la Pascua significa, al mismo tiempo, convertirse en misioneros del acontecimiento que ese rito actualiza; en cierto sentido, significa hacerlo contemporáneo de toda época, hasta que el Señor vuelva” - San Juan Pablo II.
