Los tres últimos Papas de la Iglesia nos han dejado numerosas reflexiones sobre la importancia de recordar el sentido cristiano de la Navidad.

Cada uno de ellos pidió no olvidar la dimensión salvadora del nacimiento de Cristo.

Juan Pablo II – Carta a los niños en Navidad (1994):

“¿No es éste el mensaje principal de la Navidad? Leemos en san Juan: ‘Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros’ (1, 14); y además: ‘A todos los que le recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios’ (1, 12). ¡Hijos de Dios! Vosotros, queridos niños, sois hijos e hijas de vuestros padres. Ahora bien, Dios quiere que todos seamos hijos adoptivos suyos mediante la gracia. Aquí está la fuente verdadera de la alegría de la Navidad, de la que os escribo ya al término del Año de la Familia. Alegraos por este ‘Evangelio de la filiación divina’. Que, en este gozo, las próximas fiestas navideñas produzcan abundantes frutos, en el Año de la Familia”.

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Benedicto XVI – Mensaje Urbi et Orbi de Navidad (2012)

“Ahí está el poder de la fe. Dios ha hecho todo, ha hecho lo imposible, se ha hecho carne. Su omnipotencia de amor ha realizado lo que va más allá de la comprensión humana, el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la humanidad. Y sin embargo, este mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la puerta. Porta fidei. La puerta de la fe. Podríamos quedar sobrecogidos, ante nuestra omnipotencia a la inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios puede darnos miedo. Pero he aquí la realidad que aleja este pensamiento tenebroso, la esperanza que vence el miedo: la verdad ha brotado. Dios ha nacido. ‘La tierra ha dado su fruto’ (Sal 67,7)”.

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Francisco – Mensaje Urbi et Orbi de Navidad (2017)

“Los primeros que vieron la humilde gloria del Salvador, después de María y José, fueron los pastores de Belén. Reconocieron la señal que los ángeles les habían dado y adoraron al Niño. Esos hombres humildes pero vigilantes son un ejemplo para los creyentes de todos los tiempos, los cuales, frente al misterio de Jesús, no se escandalizan por su pobreza, sino que, como María, confían en la palabra de Dios y contemplan su gloria con mirada sencilla. Ante el misterio del Verbo hecho carne, los cristianos de todas partes confiesan, con las palabras del evangelista Juan: ‘Hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad’ (1,14)”.

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