Kirsten Braidwood, una estudiante universitaria escocesa de Historia Medieval, proveniente de la Universidad Saint Andrews, la más antigua de Escocia, después de un proceso radical de conversión, logró dar el último paso la pasada Pascua y se hizo católica.

Familia atea y conviviente ateo

Me bautizaron en la Iglesia Anglicana pero fui educada en una familia atea“, escribió Catholic Magazine, citando el Scottish Catholic Observer. No fue educada con hábitos de oración y religiosidad. Si bien hubo el nombre “Cristo” en su historia, no le ponía atención.

Cuando fue creciendo y se enamoró, lo hizo con alguien que compartía su forma de pensar, con un ateo llamado Dundee. 

Conversión desde el Evangelio

En una ocasión, a los 19 años, asistió a un grupo donde se leyó versículos del capítulo 16 del Evangelio de San Juan donde Jesús indicó que al seguirlo, sus discípulos serán perseguidos, pero también el Espíritu Santo los guiará y dará consuelo (Jn 16).  

Estas palabras fueron muy importantes para su conversión. “Cuando escuché las palabras fue como si algo empujara mi corazón“, explicó.

Conversión desde la Misa

Cuando se mudó con su novio, notó que cerca a su casa habían dos iglesias católicas. Cuando pasaba cerca de ellas notaba que la Misa era algo especial, y que los fieles la vivían intensamente. 

Ahí podía ver que había un culto real, no solo una adoración simbólica. Tenía esa sensación de que hay una razón para que sea así. Le pedí a Dios que no detuviera ese deseo en mí, y que si Él lo deseaba, yo me haría católica. Y él avivó ese deseo en mí. ¡Sólo podía pensar en eso, era todo lo que pensaba!“, recuerda.

Cambio radical

En el tiempo de Pascua de este año, después de haber notado que el ateísmo de su vida no le fue suficiente, y de tratar de ver otras religiones, viendo que en la fe católica encontraba lo que buscaba, dio el paso al frente. 

Buscó al capellán de su universidad, le contó su historia y decidió bautizarse católica. Tiempo después vio que tenía que cambiar muchas cosas en su vida para ser coherente, y, a pesar de haber sido muy difíciles, las hizo.  

Al final me dije: ¿vale la pena no hacer lo que sí quiero? Y dejé Dundee y mi apartamento. Fue un poco caótico, pero sabía que Dios me ayudaría“, recordó ella.

Ahora creía en un Dios que creó al hombre y la mujer. Ya no puede ser que las cosas no me importan. Tengo la obligación de decir que no puedo simplemente hacer lo que me viene en gana“, agregó. 

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