Pocos saben o recuerdan que la celebración eucarística tiene un poder impresionante para salvar a las almas del pecado. ¿Dudas sobre esta afirmación? Esta historia narrada por San Gregorio Magno seguro te convencerá.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la Santa Misa es “a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor”.
En una homilía, San Gregorio Magno contó un testimonio asombroso que nos hace valorar el poder de la oración por las personas que amamos.
“Me parece que muchos de los que me escuchan conocen el episodio que voy a recordar”, comenzó el santo y Doctor de la Iglesia.
“Se cuenta que, en cierta ocasión, un hombre fue hecho prisionero por sus enemigos y llevado a un lugar muy lejano de su tierra natal. Y a medida que pasaba el tiempo y su esposa veía que no regresaba del cautiverio, lo dio por muerto y ofrecía sacrificios por él todas las semanas. Y cada vez que su esposa ofrecía sacrificios por la absolución de su alma, las cadenas de su cautiverio se desataban. Cuando finalmente regresó a su ciudad, le contó asombrado a su esposa cómo las cadenas que lo ataban en la mazmorra se desataban por sí solas en ciertos días de la semana. Su esposa, considerando los días y las horas en que esto ocurría, tanto como pudo recordar, reconoció que su esposo quedaba libre cuando se ofrecía el Santo Sacrificio por su alma”.
¡Guau! En otras palabras, nuestras oraciones tienen un gran poder, aunque a menudo creamos que no están teniendo efecto porque no podemos ver los resultados.
Pero recordemos que Dios las utiliza y, si rezamos con fe, muchas almas pueden ser salvadas, no solo las de las personas que amamos, sino también las que más necesitan la misericordia de Dios.
¡Oremos por las almas del purgatorio!