En su obra, Santa Teresa de Ávila compara el alma con un castillo de siete habitaciones que se recorren poco a poco. Cada morada nos muestra cómo crecer en la oración: desde el simple deseo de rezar hasta la unión más profunda con Dios.

La evangelizadora digital Vanessa Urdaneta, con la guía de la hermana Isimar Linares, religiosa carmelita de la Madre Candelaria, recuerda que orar no siempre es fácil: nos distraemos, no encontramos tiempo o sentimos que “no pasa nada” cuando hablamos con Dios.

“Santa Teresa también lo vivió, y nos dejó un castillo con 7 habitaciones para entrar en el corazón”, señaló.

Para Santa Teresa, el alma es como un castillo, que se recorre poco a poco. En el centro habita Dios, y la meta de la oración es llegar hasta Él, pasando de lo exterior a lo interior.

“No se llega al centro corriendo. Se entra poco a poco, morada por morada, de lo exterior a lo interior, de hablar con Dios a dejar que Él hable contigo”.

Para mejorar nuestra vida espiritual, Vanessa explicó cómo las siete moradas pueden ayudarnos a vivir una oración más profunda.

Primera morada: El alma se despierta.

Empiezas a buscar un momento para orar, aunque el ruido del día te persiga. Santa Teresa diría: “Lo importante es entrar”.

Segunda morada: La lucha interior.

Aparecen distracciones, cansancio, dudas. Pero Dios sigue llamando desde dentro. Persevera, la fidelidad abre puertas.

Tercera morada: Orden y equilibrio.

Quisiera servir, hacer el bien, cumplir. Pero a veces confías más en tu esfuerzo que en Su gracia. Reza menos con la cabeza, más con el corazón.

Cuarta morada: Dios toma la iniciativa.

Tu alma empieza a descansar. La oración ya no es tarea, es encuentro. Aquí nace la paz que el mundo no entiende.

Quinta y sexta morada: Dios transforma tu interior.

A través del amor y, a veces, del dolor. Tu oración se vuelve silenciosa, pero llena. Lo amas más, incluso cuando no lo sientes.

Séptima morada: La unión.

Tu alma vive en Dios y Dios en ti. Todo lo que haces se vuelve oración. Ya no oras para encontrarlo, porque lo llevas dentro.

Paso a paso, morada por morada, el alma se acerca a Dios.

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