Para Guilherme Silva de Araujo, un joven de 20 años, la vocación llegó de forma inesperada: al ver una película sobre el Padre Pío. Aquel encuentro transformó por completo su historia. Hoy se prepara para el sacerdocio, con el anhelo de entregar toda su vida a Dios.

Guilherme nació el 26 de octubre de 2003 en Aracaju, en el noreste de Brasil. Aunque su familia era católica, no iba regularmente a Misa ni rezaba el Rosario, pero su madre siempre procuró que él y su hermana recibieran los sacramentos iniciales.

Guilherme junto a su familia. Crédito: Fundación CARF.

A los 14 años, comenzó a atravesar momentos difíciles. Influenciado por malas amistades y arrastrando heridas emocionales, se fue alejando de Dios en busca de una felicidad que no terminaba de encontrar. Solo mantenía un pequeño vínculo con la Iglesia como auxiliar de catequesis en su parroquia.

Guilherme narra a la Fundación CARF que en medio de tantos problemas, creció en él una necesidad de buscar el sentido a su vida, encontrar una “causa” por la que entregar su existencia.

Un reencuentro con la fe

El futuro seminarista inició el curso de Confirmación con buena voluntad, abierto a lo que Dios quisiera mostrarle. Fue un año lleno de experiencias hermosas. Además, se reencontró con un amigo que lo animaba a asistir a la Misa dominical, y más adelante se unió a un grupo juvenil parroquial. Allí encontró jóvenes que, como él, anhelaban entregar su vida a una causa verdadera: Jesús.

Guilherme junto al grupo parroquial. Crédito: Fundación CARF.

Comenzó a conocer la vida de los santos con más profundidad, el Catecismo de la Iglesia Católica y la tradición de la fe. Poco a poco, los vicios fueron perdiendo terreno en su vida, y la oración se convirtió en su motor diario.

“Mis amistades cambiaron, mis argumentos también, incluso mi forma de vestir. Pero, sobre todo, había una novedad esencial en mi vida: la oración”, señala a la Fundación CARF.

El impacto de Padre Pío

En 2019, todo dio un giro definitivo. En una reunión del grupo juvenil, proyectaron una película sobre la vida de San Pío de Pietrelcina. Su vida y su entrega total a Dios lo golpeó profundamente.

“Ya no era él mismo. Por más que intentara seguir con mi vida como si nada hubiera cambiado, no podía”, resalta.

Hasta entonces, deseaba formar una familia, pero desde aquel momento surgió un nuevo deseo: “quiero hacerme religioso”. Compartió esta inquietud con un amigo que ya seguía un camino vocacional, quien lo invitó a conocer a la comunidad de los Siervos del Corazón Inmaculado de María. 

Guilherme junto al grupo pastoral. Crédito: Fundación CARF.
“Al acoger mi apertura de corazón, me invitó a la comunidad de los Siervos del Corazón Inmaculado de María para participar en una celebración el 13 de octubre, en honor a la aparición de Nuestra Señora en Fátima.
Allí me confesé y participé en la Misa. Todo lo que viví ese día tocó profundamente mi corazón. Volví algunas veces más, pero la comunidad estaba muy lejos de mi casa y, por mi falta de perseverancia, dejé de frecuentarla durante un año”.

En 2020 se unió a la pastoral de monaguillos y, al final de ese año, retomó con los Siervos, decidido a seguir el camino vocacional. Fue aceptado en la Universidad Federal de su estado, pero eligió renunciar a su plaza para vivir una experiencia de un año con la comunidad como laico consagrado.

“Viví tantas experiencias hermosas: misiones marianas, encuentros con jóvenes y niños en el oratorio… Conocí a muchas personas que enriquecieron mi vida con sus buenos ejemplos, especialmente en las parroquias por las que pasé”, afirma.
Grupo de seminaristas de la congregación los Siervos del Corazón Inmaculado de María. Crédito: Fundación CARF.

Su viaje en la fe lo llevó a Roma

En agosto de 2023, Guilherme llegó a Roma para iniciar formalmente su formación. Actualmente cursa el segundo año del postulantado y también el segundo año de Filosofía en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (PUSC), gracias al apoyo de la Fundación CARF. Forma parte de un grupo de veinte miembros de su congregación, entre seminaristas y sacerdotes.

“Cada día estoy más agradecido al Señor por la gracia de haber recibido una llamada particular, pero aún más por haber podido responderle”, comparte con emoción.

La vida vocacional del joven seminarista está impulsada por el amor infinito que recibe de Dios diariamente y por tantas heridas que Jesús ha curado.

Crédito: Fundación CARF.
 “Le ofrezco mi existencia diariamente, para que pueda ser instrumento de sanación y canal de gracia para tantas otras personas; para que descubran cuánto amor las envuelve y quién es el que las ama: ¡el Amor! Y a ese Amor sólo se le puede responder amando”.

También expresa su gratitud a los benefactores de la Fundación CARF:

“Les aseguro mis oraciones cada día, y les pido que me tengan presentes en las suyas, para que pueda seguir firme y siempre fiel a los santos designios de Dios”.

Conoce cómo puedes ayudar a más jóvenes en su formación sacerdotal junto a la fundación CARF.

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