Desde que tenía 5 años de edad, María Teresa González estuvo cerca de sacerdotes y religiosas que consideraba como amigos y familia.
En especial las hermanas carmelitas descalzas en Barquisimeto, Venezuela, cuyo convento quedaba en frente de su casa.
Estas religiosas la acompañaron en su vida espiritual. Desde las misas cada domingo, el discernimiento vocacional, y hasta en la oración para que consiguiera un buen esposo.
Cuando su novio, Giuseppe Sallusti, le pidió matrimonio, ella supo que las oraciones de las hermanas carmelitas fueron escuchadas. Así también lo expresaron las religiosas al momento de conocerlo.
Hubo un problema, María Teresa quería casarse en la capilla donde vivían las carmelitas, pero ellas no tenían el permiso de tener esta celebración ahí, por más que querían.
Entonces María Teresa vio otra opción: “Tuve la idea de preguntarles si les gustaría hacer mi ramo para buscarlo antes de la boda y, de este modo, podrían verme vestida de novia y lista para ese día. Muy felices, aceptaron”.
Ese día asistió a la capilla, vestida de novia, buscando su ramillete. Encontró a sus hermanas llorando de alegría al verla vestida de blanco. Le regalaron el ramillete hecho con mucho amor para ella.
En el ramillete habían escapularios de la Virgen del Carmen, y la sorprendieron regalándole un par de escapularios para su pronto esposo, para que lo use ese día tan especial.
“Cada hermana me dio su bendición, hicieron una oración y cantamos juntas la Salve Reina ante la Virgen”, indicó María Teresa en una entrevista a ACI Prensa.
Como María Teresa, no temamos de tener amigos y familiares religiosos. Todos tenemos una hermandad que vivir, y sobre todo un papel que cumplir, en equipo, para vivir y transmitir el Evangelio.
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