A más de 100 metros bajo tierra, en las minas de Wieliczka (Polonia), se encuentra la Capilla de Santa Kinga, la iglesia subterránea más grande del mundo. Esta sorprendente construcción hecha en sal acoge a visitantes de todo el mundo.

Inauguradas oficialmente en el siglo XIII, las minas de Wieliczka en Cracovia alcanzan los 327 metros de profundidad. La red subterránea cuenta con 245 kilómetros de galerías, distribuidas en 9 niveles. Este laberinto de sal es tan grande que solamente se puede recorrer el 2% de su dimensión.

Las personas que visitan este patrimonio de la humanidad pueden conocer las capillas talladas en la roca salina, que permitían que los mineros pudieran practicar su fe mientras trabajaban.

Catholic News Agency indica que:

“Dado que los mineros trabajaban habitualmente en circunstancias peligrosas, en la oscuridad y lejos de sus familias, crearon las capillas como lugares donde podían rezar y celebrar la Misa antes de enfrentar los desafíos de su labor”.

Capilla de Santa Kinga

La iglesia más importante en esta mina es la Capilla de Santa Kinga, una iglesia ubicada a 101 metros bajo tierra. Este templo de 12 metros de altura está decorado con imágenes a bajo relieve de escenas de la vida de Jesús, como las bodas de Caná, la Natividad y la Última Cena, que demoraron más de 70 años en tallarse.

Tallado en la Capilla de Santa Kinga. Crédito: Wikimedia Common Falk2 (CC BY-SA 4.0)
“El suelo fue esculpido en un bloque homogéneo de sal y el techo está adornado por arañas de sal primorosamente realizadas”, indica la página web de la mina.

El altar está decorado con estatuas de Santa Kinga, San José y San Clemente y fue realizado por Józef Markowski. Además, alberga las reliquias de la santa.

“En el presbiterio se puede observar un crucifijo papal que simboliza las cuatro minas de sal ubicadas en Polonia: Wieliczka, Bochnia, Kłodawa y Sieroszowice”.
Estatua de sal de San Juan Pablo II. Crédito: Flickr Dennis Jarvis (CC BY-SA 2.0)

En 1999, por la canonización de Santa Kinga, se incluyó una imagen en homenaje a San Juan Pablo II, la cual es la única estatua de sal en el mundo del Papa polaco.

¿Quién fue Santa Kinga?

Kinga fue hija del rey de Hungría, Bela IV, y de la hija del emperador de Bizancio, María. Con solo 5 años, fue llevada a Polonia para conocer al príncipe de Sandomierz, Boleslao el Casto, de 13 años, con el que se casaría.

8 años después, en 1247, se celebró el matrimonio, como una unión estratégica para fortalecer la alianza entre ambos países, ante la amenaza de una invasión tártara.

“De hecho, los tártaros invadieron el país pero fueron expulsados. Tras estos hechos, la pareja real hizo voto de castidad de por vida, del que fue testigo el obispo Prandota. Según las costumbres de la época, estaba pensado como una ofrenda votiva en acción de gracias por la protección divina y la liberación. Sin embargo, como señalan los hagiógrafos, también fue una confirmación de la vida que Kinga había llevado hasta entonces”, señala L'osservatore Romano.
Santa Kinga. Crédito: Dominio público.

Durante su matrimonio, la santa demostró una lealtad, cuidado y prudencia ejemplares. Además, dedicaba gran parte de su tiempo en visitar a los pobres y cuidar de los leprosos.

“En varias ocasiones, Boleslao mencionó en documentos oficiales que había tomado una decisión siguiendo el consejo de su esposa. Tales expresiones de deferencia y respeto, lejos de ser habituales, atestiguan la calidad de la relación de pareja”.

Al fallecer su esposo en 1279, Kinga vendió todas sus posesiones materiales, entregó el dinero a los pobres e ingresó al monasterio de las Clarisas Pobres en Stary Sącz (Polonia), donde dedicó su vida a la oración.

Falleció en 1292, fue beatificada por el Papa Alejandro VIII en 1690 y fue canonizada por San Juan Pablo II el 16 de junio de 1999.

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