Escondido entre los bosques de Dublín (Irlanda) se encuentra el Priorato Silverstream, donde los Monjes Benedictinos de Adoración Perpetua se dedican a orar frente al Santísimo Sacramento en espíritu de reparación y por la santificación de todos los sacerdotes.
Bajo el patronazgo de Nuestra Señora del Cenáculo, los monjes viven en lo que alguna vez fue una antigua mansión irlandesa escondida en estos bosques.
Desde su fundación en 2012, los monjes benedictinos que viven en el priorato se dedican a la adoración perpetua y rezan especialmente por los escándalos que afectan a los sacerdotes en todo el mundo.
Su día a día transcurre entre el oficio divino, la Santa Misa, la adoración y el cuidado de árboles frutales y animales.
Ahora tienen cinco aspirantes en un periodo de prueba de tres meses junto a la comunidad de monjes y sacerdotes que incluye a 12 estadounidenses, 1 canadiense, 3 irlandeses, 1 australiano y 1 franco-británico.
En un artículo para el periódico National Catholic Register, la periodista Patti Maguire Armstrong conversó con tres de los monjes, entre ellos el prior, para conocer más sobre su historia y su devoción a la Eucaristía enfocada en la sanación de la propia Iglesia.
El prior Basil Mary MacCabe
Basil estudió arqueología en una universidad en Inglaterra. Fue asistente personal de un exitoso empresario durante cinco años en Francia y vio el vacío e infelicidad de su jefe a pesar de yates, viajes y casas de lujo.
Estando frente a una imagen de Nuestra Señora de Lourdes en el sur de Francia, mientras algunos rezaban el Rosario, experimentó una gran gracia.
"Empecé a llorar y entendí que necesitaba cambiar mi vida y volver a Dios".
Sintió el llamado a la vida consagrada como monje benedictino después de pasar un tiempo en un monasterio francés y durante un retiro ignaciano un director espiritual le preguntó: "¿Estás listo para seguir a Cristo?"
Sus familiares y amigos no creían que lograría estar satisfecho con esa vida, pero él sabía que Dios le estaba mostrando su vocación.
"Regresé a ese monasterio cada mes hasta que, a los 35 años, le pregunté al abad si podía ingresar. En 2004, entré en la vida monástica".
Fue ordenado sacerdote en la Abadía Saint-Joseph de Clairval en Flavigny-sur-Ozerain (Francia), pero asistió a retiros en Silverstream, donde se enamoró de la comunidad.
"Por alguna razón, el obispo me destinó aquí… Fue un signo de la Providencia".
"No hay nada más nutritivo que estar frente a Nuestro Señor. Me da paz. Mi vida tiene un sentido de reparación por los sacerdotes, pero también reparación por mis propios pecados y por el resto del mundo".
"La vida contemplativa es un oasis, y es un pulmón a través del cual la Iglesia respira… Pasamos tiempo ante el Santísimo Sacramento; luego, mientras salimos, [haciendo] rosarios o trabajando en el jardín o con madera o haciendo velas, todo es oración. Esa es la manera benedictina: una oración constante todo el tiempo”.
“Esa es la historia de los monjes, que son instrumentos de Dios para elevar almas y ser como fuentes pero sin ver a dónde va el agua y quién será refrescado por ella. Es muy fructífero pero puede ser árido. No se trata de sentir que lo que hacemos da frutos. Somos instrumentos de Dios".
De hijo de misioneros protestantes a monje benedictino
David Watters, ya lleva 4 años en el monasterio. Es hijo de misioneros protestantes y creció entre Waco, Texas (Estados Unidos) y Katmandú (Nepal). Su hermano mayor se convirtió a la fe católica y condujo a David por el mismo camino.
Conoció sobre los monjes benedictinos gracias a un trabajo de investigación en la universidad sobre el canto gregoriano.
"La adoración eucarística fue una gran parte de mi conversión", dijo Dom David. "Para cualquier converso, es algo que nunca han conocido antes".
"Fui bendecido con mi familia, como misioneros… Tomamos nuestra fe muy en serio, pero dar ese paso adicional y descubrir el Santísimo Sacramento es una gran gracia".
Dejó los negocios por Jesús
Aelred Tillotson, originario de Columbia Británica (Canadá), no encontraba el sentido de la vida a pesar de su éxito en su carrera de negocios en la universidad. Solía sentir una “oscuridad” que lo arrastraba. Un día, desesperado, gritó: "¡Jesús!"
Y Jesús vino, llenándolo de paz y encontró su hogar en Silverstream hace cinco años.
"Durante la adoración, nos sentamos a los pies de Nuestro Señor… La mayor parte del tiempo transcurre en lo ordinario, pero al ir ante Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento podemos decir grandes cosas y tener pensamientos maravillosos, pero eso no es lo que importa. Estamos quietos y en silencio".
"Si pudiéramos ver lo que sucede en la adoración, veríamos el inmenso bien que entra en nuestra propia vida, en nuestra familia y en el mundo cuando alguien viene a la adoración y ama a Jesús. Si pudiéramos hacer una encuesta en el cielo y preguntar si alguien lamenta un solo momento frente a Nuestro Señor, no habría nadie".