Como cada 9 de julio, hoy se celebra a Nuestra Madre Virgen de Chiquinquirá, la advocación mariana más importante de nuestros hermanos colombianos.
Su historia comienza a finales del s. XVI, cuando una pintura de la Virgen del Rosario es trasladada de la Capilla de Sutamarchán a una finca perteneciente al Sr. Santana en Chiquinquirá, Boyocá, centro de Colombia.
Desde ahí, cumplió miles de milagros a todos los fieles que buscaban el consuelo a Nuestra Señora.
Su fama se volvió tal que, en 1986, San Juan Pablo II, Papa, la visitó el Santuario de Chiquinquirá. En ese momento, él le rezó lo siguiente:
“Oh Virgen, bella flor de nuestra tierra,
envuelta en luz del patrio pabellón,
eres tú nuestra gloria y fortaleza,
madre nuestra y de Dios.
En burda tela avivas tu figura
con resplandor de lumbre celestial,
dando a tus hijos la graciosa
prenda de la vida inmortal.
Orna tus sienes singular
corona de gemas
que ofreciera la nación,
símbolo fiel del entrañable
afecto y del filial amor.
A Ti te cantan armoniosas voces
y te aclaman por Reina nacional
y el pueblo entero jubiloso
ofrenda el don de su piedad.
Furiosas olas a la pobre nave
contra escollos pretenden azotar;
tu cetro extiende y bondadosa
calma las olas de la mar.
Brote la tierra perfumadas flores
que rindan culto a tu sagrado altar;
prodiga siempre a la querida patria
los dones de la paz.
A Ti, Jesús,
el Rey de las naciones,
a quien proclama el corazón por Rey,
y al Padre y Padre
y al Espíritu se rinda gloria, honor y poder.
Amén”.