Todos los maestros -y las personas que tienen uno cerca- saben que esta profesión no es para los débiles de corazón.

Especialmente cuando los maestros se acercan al final del semestre: “Mejor cuídate, mejor no llores, mejor no pongas mala cara, sé lo que digo…” Los exámenes finales sucederán de todos modos.

Para apoyar a los maestros, Simone Rizkallah, una maestra de teología moral e historia de la Iglesia, escribió una letanía de fortaleza, inspirada en la letanía de la paciencia del blog católico The Evangelista.

Letanía de fortaleza para los maestros

Cuando esté más que cansado después del día escolar,
dame fuerzas, oh Jesús.  
Cuando me sienta tentado a responder con sarcasmo,
dame fuerzas, oh Jesús.    
Cuando me sienta tentado a juzgar a mis alumnos de manera poco sincera,
dame fuerzas, oh Jesús.
Cuando me sienta tentado a ignorar a los estudiantes más tranquilos,
dame fuerzas, oh Jesús.
Cuando me sienta tentado a evitar disciplinar como debería,
dame fuerzas, oh Jesús.
Cuando me sienta tentado a evitar conversaciones difíciles pero formativas,
dame fuerza, oh Jesús.
Cuando me siento tentado a no estar emocionalmente atento o evitar el contacto visual, dame fuerzas, oh  Jesús.
Cuando me sienta tentado a ser negativo y no alegre,
dame fuerzas, oh  Jesús.
Cuando tengo la tentación de evitar acercarme a los estudiantes que tienen dificultades académicas o emocionales, dame fuerza, oh  Jesús.
Cuando me siento tentado a omitir las oraciones de intercesión por mis alumnos, dame fuerza, oh  Jesús.
Cuando me siento tentado a ahogar la voz “inconveniente” de la dirección del Espíritu Santo, dame fuerza, oh  Jesús.
Cuando me siento tentado a hablar sobre sus cabezas porque es más fácil, dame fuerzas, oh  Jesús.
Cuando me sienta tentado a ignorar el trabajo que se necesita para evangelizar efectivamente, dame fuerza, oh  Jesús.

Señor, enséñame a ver tu rostro en cada uno de mis alumnos.
Señor, enséñame a aprender de mis alumnos.
Señor, enséñame a amar a mis estudiantes.

Al finalizar la letanía, se recomienda rezar esta plegaria:

Oración de San Ambrosio:

Enséñame, oh Señor, a buscarte.
Muéstrate a mí cuando te busque.
Si no me enseñas primero, no puedo buscarte.
Si no te revelas a mí mismo, no puedo encontrarte.
En el anhelo, puedo buscarte,
y en buscarte mucho.
En el amor puedo encontrarte,
y al encontrarte, amarte.

Amén.

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