Juan Fisher nació en Beverley, en el condado de Yorkshire (Inglaterra) en 1469, y estudió en la Universidad de Cambridge. En 1491 recibió una dispensa papal para ser ordenado a los 22 años, antes de la edad canónica y luego fue nombrado vicario en Northallerton. En 1501 fue nombrado vice-rector y luego rector vitalicio de la Universidad de Cambridge.

Fisher era capellán y confesor de Margarita Beaufort, madre de Enrique VII, con quien Juan tenía una buena relación. Sin embargo, cuando Enrique VII murió en 1509, el obispo Fisher tuvo una primera fricción con el nuevo monarca, Enrique VIII, quien quería apropiarse de los fondos que su abuela había dejado para financiar fundaciones en Cambridge.

Enrique VIII, estuvo casado durante 20 años con Catalina de Aragón, pero se enamoró de Ana Bolena y quiso casarse con ella. El rey intentó por todos los medios anular su matrimonio con la reina. Sin embargo, el obispo Juan Fisher se opuso vehementemente y se presentó ante la corte declarando que, como Juan Bautista, estaba dispuesto a morir para defender la indisolubilidad del matrimonio.

Es así que Enrique VIII puso a los jueces contra el obispo Fisher, lo que provocó tensiones en su relación con la Iglesia. Este hecho generó ataques velados contra la Iglesia, y después de un año, como los ataques no cesaban, el obispo Fisher, acompañado de otros obispos, pidieron ayuda a la Santa Sede. La reacción del Enrique VIII fue inmediata: emitió un edicto prohibiendo tales comportamientos y envió a la cárcel a los prelados, liberándolos unos meses más tarde.

En febrero de 1531, Richard Roose, cocinero del obispo Fisher, puso veneno en la sopa que se sirvía en el palacio para los pobres. Como resultado, dos pobres murieron y varios cayeron enfermos. El Obispo Fisher también enfermó, pero no murió de milagro. El pueblo se enteró al poco tiempo de que alguien había atentado contra la vida de su obispo. Para demostrar que nada tuvo con el caso, Enrique VIII aprobó una ley en la que se consideraba el envenenamiento como un delito de alta traición, castigando al demandado Richard Roose con la pena de muerte.

En mayo de 1532, Tomás Moro, canciller del Reino y futuro mártir, renunció a la Cancillería para no tener que aprobar el divorcio del rey. Un año más tarde, Thomas Cranmer, titular de la Sede de Canterbury, aprobó en mayo el divorcio de Enrique VIII y el 1 de junio coronó a Ana Bolena como reina de Inglaterra.

En 1534 el Parlamento hizo aprobar una Ley de sucesión obligando a todos bajo juramento a reconocer como herederos legítimos al trono a los hijos de la unión de Ana Bolena con el rey. El Obispo Fisher se negó a hacer tal juramento, por lo cual fue nuevamente encarcelado. También sus bienes fueron confiscados y su sede de Rochester fue declarada vacante. Santo Tomás Moro, quien también se negó a tomar el juramento, fue detenido pocos días después.

Algunos obispos católicos intentaron hacer cambiar de opinión a Juan Fisher, pero él les respondía: “La fortaleza es traicionada por aquellos que deberían defenderla“. De hecho, con excepción de él, todos los obispos ingleses, ya sea por miedo o por falta de celo, aceptaron la ruptura con Roma y la fundación de la iglesia anglicana. Y, con algunas honrosas excepciones, toda la nación se adhirió a esa apostasía.

En mayo de 1535 el Papa Pablo III elevó al obispo Fisher al puesto de cardenal-sacerdote de San Vital, para que recibiera un mejor tratamiento en la cárcel. Sin embargo, esto tuvo el efecto contrario. El rey prohibió que el capelo cardenalicio fuera llevado a Inglaterra, amenazando con antes enviar a Roma la cabeza del prelado. De hecho, sobre la base de falsos testimonios y tratando al prisionero como un delincuente común, Juan Fisher fue declarado culpable de alta traición y fue condenado a ser colgado, destripado y descuartizado. No podía ir más lejos el odio en contra de este defensor de la fe.

Como la sentencia provocó mucha reacción en la población de Londres, Enrique VIII sustituyó la pena por la decapitación.

El 22 de junio de 1535, el cardenal John Fisher fue despertado a las cinco de la mañana para ser decapitado, pero pidió permiso para descansar un poco más. Y se durmió profundamente durante dos horas más. Lo que revela la paz de su conciencia y la tranquilidad del espíritu de este héroe de la fe antes de su cruel muerte.

Al momento de la ejecución dijo al pueblo presente: “He venido aquí a morir por la fe de la Iglesia Católica y de Cristo”. Después de recitar el Te Deum y el Salmo In Te Domine speravi, fue decapitado.

San Juan Fisher fue canonizado el 19 de mayo de 1935 por el papa Pío XI, al igual que Santo Tomás Moro y su fiesta es el 22 de junio.

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