El discurso del comentarista político conservador Ben Shapiro, que tuvo lugar en la Marcha por la Vida de este año, sigue dando de qué hablar. Para él, nosotros somos los guardianes de los niños, la más preciada creación de Dios.
Sus poderosas palabras alentaron y elevaron a su audiencia mientras ellos se levantaban por la vida con miles de manifestantes.
Aquí hay un extracto de su poderoso discurso:
“Justo esta semana, el primer ministro canadiense Justin Trudeau dijo que los pro-vida no estaban en línea con ‘donde estamos como sociedad'”.
Bueno, ¿sabes qué? Tal vez tengan razón. Tal vez nosotros, hoy, aquí, no estemos en línea con la sociedad.
Vivimos en una época en que el Partido Demócrata ha aceptado el aborto como un sacramento. Y, por cierto, donde muchos en el Partido Republicano pasaron años prometiendo deshacerse de Planned Parenthood y no lo hicieron cuando se les dio el poder para hacerlo.
Vivimos en una época en que las naciones pro vida de todo el mundo están aflojando sus propias restricciones sobre el asesinato de los no nacidos.
Así que tal vez estamos fuera de línea con el resto de la sociedad, a lo que digo, BIEN.
Así fueron los abolicionistas. Así fueron los manifestantes de derechos civiles. Así fueron los mártires en Roma y los judíos en Egipto.
La justicia no tiene que ser popular, solo tiene que ser justa.
Y así marchamos. Marchamos por los que no pueden. Los medios nos ignorarán porque siempre lo hacen. Cubrirán otras marchas, ya sabes, las cinco personas que se presentan mañana.
Cubrirán las marchas que prefieran políticamente. Apostaron a que las decenas de miles de nosotros que desafiamos el frío cada año para estar aquí, con las almas del futuro de Estados Unidos, serán olvidadas.
¡No seremos olvidados!
Nuestros niños asesinados durante décadas recuerdan, nos miran desde arriba y saben que significaron algo. Que sí significan algo mientras los mantengamos en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Nuestros hijos que están aquí con nosotros, los que están aquí hoy, también lo recordarán. Recordarán y marcharán hasta que ya no tengan que marchar.
Nuestros hijos, aún no nacidos, lo recordarán, y ellos nos lo agradecerán en sus oraciones.
Y sobre todo, Dios, el Dios que construyó y preserva las naciones, que trae la vida y la mantiene, que está con los que más sufren en las manos del mal, Él también nos recordará.
Se acordará de América y la bendecirá. Dios nos bendecirá porque somos los guardianes de sus creaciones más preciosas.
Estamos entre América y la oscuridad, y marcharemos hasta que esa oscuridad sea desterrada para siempre y todos nuestros hijos puedan permanecer juntos a la luz del sol”.