Muchas historias se han contado sobre la vida de San Junípero Serra, considerado el Padre y Apóstol de California. Pero una poco conocida es su encuentro con la Sagrada Familia, que lo salvó de la muerte en medio del desierto.
En el libro “La muerte llama al arzobispo” de Willa Cather, la escritora estadounidense narra algunas anécdotas de San Junípero, quien lideró en el siglo XVIII la evangelización del virreinato de Nueva España, un territorio que hoy es parte de Estados Unidos.
Aunque Cather no era católica, pasó 15 años en el suroeste del país antes de escribir la novela, donde conoció la labor de la Iglesia y valoró la profundidad de la vida misionera.
James Day recopiló algunas de estas historias en un artículo para el periódico National Catholic Register, donde resalta el encuentro milagroso de San Junípero con Jesús, María y José.
El encuentro de San Junípero con la Sagrada Familia
Una de las historias que recoge el libro cuenta que en una ocasión el superior de un monasterio en pleno desierto no podía creer que San Junípero y un compañero llegaron a la puerta de su apartado monasterio a pie. ¿Cómo pudieron cruzar un desierto tan extenso sin guía ni comida?
El Padre Serra respondió que fueron ayudados en el camino por una humilde familia mexicana. Los hermanos del monasterio encontraron esto inverosímil, ya que no había ninguna casa por el camino que siguieron llegaron los franciscanos.
Ante la incredulidad, San Junípero contó que en el camino encontraron una casa cerca de tres grandes álamos, donde conocieron a un pastor, su esposa y su pequeño hijo, que jugaba con un cordero.
La familia, que ellos identificaron como mexicana, compartió su cena con los sacerdotes antes de que los viajeros cansados se quedaran dormidos. Al despertar, encontraron comida fresca en la mesa, pero la familia y el cordero, se habían ido.
Quienes oyeron la historia quedaron asombrados, pues sí habían tres árboles de gran tamaño en la vía hacia el monasterio, pero definitivamente no una casa y mucho menos una familia con un niño pequeño.
Así que algunos de los Hermanos fueron con el Padre Junípero y los otros franciscanos de regreso a los álamos. Y efectivamente, no había ninguna señal de actividad humana. Allí, en medio del paisaje solitario, San Junípero agregó un detalle que dio sentido al providencial encuentro:
Después de las oraciones, cuando se despidió de sus anfitriones, San Junípero se inclinó hacia el niño para darle su bendición; pero en ese momento fue el niño quien levantó su mano y con su dedo pequeño trazó la cruz en la frente del Padre Junípero.
Y desde entonces quedaron convencidos de que la Sagrada Familia fue quien ayudó a San Junípero y su compañero a cruzar el desierto en su gesta evangelizadora.