Para el cristiano, la corona de espinas tiene un significado que podría caer en la ironía, ya que es un símbolo de un poderoso rey que sufre como siervo.
Mientras los soldados romanos se ponían la corona burlándose de Cristo, estaban proclamando algo real: que Él es Rey de reyes y Señor de señores, el Mesías conquistador (Apocalipsis 19, 16).
También está el lado misericordioso del asunto: El Rey de reyes moría como el peor de los reos por la salvación del mundo. Sufría estos dolores por amor a sus hijos, para dar muerte a la muerte (Hebreos 2, 9).
La corona es, entonces, símbolo de la realeza de Cristo Rey del Universo, manso y humilde Cordero de salvación.
¿Dónde se encuentra esta corona?
Existen dos posturas al respecto, en una de ellas se indica que se encuentra en la Catedral de Notre-Dame.
La historia indica que la corona, que es un anillo de espinos trenzados, estuvo en manos de Constantinopla en el siglo VII, recuperada de Jerusalén. Esta fue vendida al rey Luis IX de Francia en el siglo XIII y terminó en la catedral de Notre-Dame en 1801.
Otra postura indica que esa corona no guarda similitud con las características dadas por la Sábana Santa, por lo que no se sabría dónde se encuentra realmente.
Según los que defienden esta segunda versión, la corona de espinas era un casco (como eran las coronas orientales de la época), y la sangre del hombre del sudario mostraría que tenía heridas en toda la cabeza.
Sin poder resolver su ubicación, de algo estamos seguros: a Cristo lo coronaron con espinas y fue parte del dolor de su Pasión.
A días de su Pasión, Muerte y Resurrección, recordemos las palabras de Jesús a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí” (Jn 18, 36).