En 1988 el Papa Juan Pablo II proclamó santos a 117 mártires orientales. Ellos habían dado su vida por el Evangelio en la Conchinchina, Annam y Tokín, actualmente el norte de Vietnam.

Entre los mártires habían españoles, franceses y coreanos. Entre estos últimos, San Andrés Kim, el primer sacerdote oriental.

A los 16 años fue seminarista, luego fue ordenado diácono a los 24 años. Finalmente se convirtió en sacerdote un año después en Shanghai.

Desde el principio percibió que su misión era la construcción de la Iglesia en Corea. Así que viajó para su país natal para evangelizar a pesar que allí se perseguían a los cristianos.

La familia del santo tuvo muchos miembros cristianos martirizados. Ambos padres y sus hermanos murieron en el nombre de Cristo. Él seguiría su ejemplo al morir decapitado a los 26 años el 16 de septiembre de 1846, en Seúl.

Él había sido arrestado por intentar ingresar misioneros al país. Después de su muerte, se encontró entre sus pertenencias una carta para los fieles de su parroquia. Esta decía:

“En este difícil tiempo, para ser victorioso se debe permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes soldados completamente armados en el campo de batalla”.

Roguemos a Dios por la Iglesia en el oriente y en el mundo entero. En especial en estos momentos de crisis en la que nos encontramos. Para que los buenos laicos y sacerdotes no dejen de obrar en el nombre de Dios.

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