Santa Teresita del Niño Jesús, actriz, poeta, mujer de fe, consagrada… santa. Nace en la ciudad francesa de Alençon en 1873. Pasó sus 24 años de vida sirviendo a Cristo y entregándose a su Amor. Muere en Lisieux en 1897.
Sus palabras y vida, expresadas en su autobiografía: “Historia de un Alma”, han influido a diferentes Papas tanto durante como después de su vida terrenal. Al punto de llamarla en 1997: “Doctora de la Iglesia”.
Conoce a 4 de los Papas que fueron influenciados por el testimonio de la santa:
León XIII (1878 – 1903)
En 1887 Santa Teresita viaja a Roma para tener una audiencia con él y pedirle permiso para formar parte de las carmelitas a sus 15 años. Cuando el Pontífice leyó, tiempo después, “Historias de un Alma”, le escribió a la superiora de su comunidad diciendo: “He tenido el mayor placer de mi vida leyendo la “Historia de un Alma””.
Pío XI (1922 – 1939)
Fue él quien terminó el trabajo de canonización de sus predecesores. En 1925 canonizó a Santa Teresita. Su relación espiritual con ella fue muy profunda, al grado de llamarla “La Estrella de su Pontificado”. En 1927 la declaró como “Patrona de los Misioneros”.
San Juan Pablo II (1978 – 2005)
Son varias las intervenciones del Papa donde recurre la doctrina de Teresa del Niño Jesús. Fue en el mensaje a los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud de 1997, en París, donde la declara oficialmente como Doctora de la Iglesia.
Papa Francisco (2013 – Actualidad)
Ella es su santa preferida. La presidente argentina Cristina Kirchner le regaló una rosa blanca por ello. ¿Qué significa? Resulta que en la biblioteca del Papa, cuando aún era el Cardenal Bergoglio, tenía un jarrón llena de estas rosas blancas. Y a su costado la estampita de Santa Teresita. En una entrevista explicó que, cuando había un problema, él le rezaba para que le ayude asumir la dificultad. Y como señal de que fue escuchado, siempre recibía una rosa blanca.
Pidamos la intercesión de Santa Teresita de Lisieux para que Dios nos recuerde siempre la importancia de la humildad y la caridad. Para amar a Dios sobre todas las cosas. Y para que ella nos ayude a asumir nuestros retos cotidianos.