El Padre Jonathan Acuña tiene la rutina de cualquier sacerdote: celebra la misa a las 6:30 am, hace sus oraciones habituales y luego se dedica a la labor pastoral, sólo que él lo hace desde el desierto de Chalbi, un pueblo a dos días en bus de Nairobi, la capital de Kenia.
Este sacerdote colombiano de Chaparral, Tolima, vive allí hace 9 meses, y está cumpliendo uno de los anhelos más profundos desde que era muy pequeño: ser misionero en África. Este deseo nació gracias al testimonio de los sacerdotes que iban a su pueblo y compartían sus experiencias. Poco a poco en su corazón creció el llamado de Dios, hasta que decidió ingresar a los Misioneros de la Consolata y fue ordenado sacerdote en el año 2023.
Ahora trabaja en la parroquia de Loiyangalani, junto al párroco y sacerdote etíope, Padre Abel Josef Tapano, y tres hermanas misioneras procedentes de Tanzania. A cargo de la parroquia, que cumplió 60 años de evangelización, hay dos jardines infantiles y un centro médico en los que colaboran las hermanas.
Como vicario, el Padre Jonathan se encarga de acompañar a las tribus nómadas que habitan en el desierto: Samburu, El Molo y Turkana, en especial a los jóvenes, niños y enfermos, promoviendo su formación humana y espiritual.




Cortesía del Padre Jonathan Acuña.
Los retos de la misión en África
Todas las semanas el padre se mueve entre el desierto, la montaña y las riberas del lago Turkana para visitar las comunidades cristianas, celebrar la Eucaristía y participar de su vida y tradiciones ancestrales. En la parroquia tienen una escuela de líderes catequistas que son los que apoyan con la tarea evangelizadora, para estar más cerca de las personas, ya que cada tribu tiene su propia lengua y para los misioneros que vienen de otros lugares, aprenderlas representa todo un desafío.
Después del fallecimiento del Papa Francisco, han fundado el Oratorio Papa Francisco, que se reúne todos los domingos después de la misa y en el que acogen a los niños y jóvenes para formarlos, celebrar la fe y soñar con ellos.




Cortesía del Padre Jonathan Acuña.
El Padre Jonathan cuenta que trabajar en el desierto en una zona apartada, de difícil acceso y con altas temperaturas, no es fácil. Las comunidades tienen difícil acceso al agua, hay poca conciencia en los adultos de que los niños deben ir a la escuela y su alimentación es muy precaria. Lo que más le duele es ver cómo, aun en nuestro mundo, los niños siguen muriendo por desnutrición. Es algo que tienen muy presente los misioneros y constantemente están trabajando por mejorar las condiciones de las comunidades, sin embargo, es algo que deben aceptar: a veces no tener todos los medios para erradicar estos problemas.
La belleza de la gente y su sencillez también lo llenan de esperanza: “Eso nos cuestiona y evangeliza constantemente: ver que con tan poco son felices”.
Para él su mayor bendición es estar en medio de la gente, ver cómo celebran la fe con alegría, conocer tanta riqueza presente en las comunidades:
“Lo más lindo es encontrarse en lugares de primera evangelización, niños que por primera vez ven a una persona blanca o que por primera vez escuchan hablar de Jesús y van a la Iglesia, conocer a los primeros bautizados. Es una iglesia joven, en la que las celebraciones están llenas de danzas y de cantos. Tengo la experiencia de tener lleno el corazón, venir sin nada y que las comunidades nos den todo; nos ayudan a ser más resilientes, a fortalecer nuestra fe y a vivirla con alegría. Centrar mi vocación en decir todo por el reino, todo por Jesús y todo por los pobres; tratar de vivir siempre con mayor sencillez y cercanía, que mis acciones hablen realmente de lo que creo y, más que mis palabras, que mis acciones estén centradas en la vivencia de la misericordia y la consolación”.



Cortesía del Padre Jonathan Acuña.
El papel de los misioneros en la Iglesia
El Padre señala que la misión es un regalo para la Iglesia y que todos estamos llamados a acogerla, vivirla y compartirla desde nuestro contexto, buscando en todo la dignidad y la promoción humana. Nos invita a ser discípulos de Jesús, a aprender constantemente de Él y a ser misioneros.
“Hay tres cosas concretas que podemos hacer por las misiones: orar por los misioneros para que Dios les de la fortaleza para llevar adelante la misión; vivir la solidaridad misionera, el apoyo económico a diferentes iniciativas; y la presencia misionera: disponerse para ir y llevar a cabo la misión en distintos lugares del mundo”.




Cortesía del Padre Jonathan Acuña.
¿Cómo apoyar a la labor misionera que realiza?
Desde hace un tiempo, el padre está recogiendo los sueños de los niños y jóvenes en un libro que quiere anillar y dar a conocer a muchas personas para apoyar la educación universitaria y conseguir recursos para promover sus talentos y capacidades.
Las personas que deseen apoyar la misión en Loiyangalani, pueden comunicarse a la cuenta de Instagram y Facebook del Padre Jonathan o, si vives en Colombia, pueden colaborar con una rifa pro fondos: el valor es de 20 mil pesos colombianos y se juega con dos números.
Si deseas adquirir una rifa, puedes depositar en la cuenta de Nequi o Daviplata en el número 3223563650 o donar aquí si tienes Wise.

 
							