En la vigilia pascual esperamos la resurrección de Jesús, un acontecimiento salvífico para todos los cristianos. ¿Cómo vivieron la Virgen María y los Apóstoles la noche anterior a que Cristo resucitara?
No existen datos históricos para saberlo puntualmente, pero una mística católica nos narra sus visiones de aquel momento.
La beata Ana Catalina de Emmerick, quien vivió entre fines del siglo XVIII y principio del siglo XIX, pudo ver, por gracia de Dios, diversos momentos de la vida de Cristo, la Virgen María y los Apóstoles.
Como toda revelación privada, ningún católico tiene la obligación de creer en ella. Siempre el criterio de discernimiento es que nos remita a la Revelación pública: las Sagradas Escrituras y la Tradición Apostólica.
La revelación a la Virgen María en la vigilia pascual
Tal como cuenta Ana Catalina de Emmerick, la noche anterior a la Resurrección, Juan, Pedro y Santiago el Menor visitaron a las santas mujeres que lloraban y rezaban, consolándose mutuamente envueltas en sus mantos. María estaba con ellas.
Entonces un ángel le dijo a la Virgen que fuera a la pequeña puerta de Nicodemo porque el Señor estaba cerca. Así lo relata la beata vidente:
“Podían ser las nueve de la noche: la Virgen se acercaba a pasos precipitados hacia la puerta, cuando la vi pararse en un sitio solitario. Miró a lo alto de la muralla de la ciudad, y el alma del Salvador resplandeciente bajó hasta María, acompañada de una multitud de almas de Patriarcas.
Jesús, volviéndose hacia ellos, y mostrando a la Virgen, dijo: ‘María, mi Madre’. Pareció que la abrazaba, y desapareció. La Virgen se arrodilló y beso la tierra en el sitio donde había aparecido” (Ana Catalina de Emmerick, Visiones y revelaciones completas, Tomo 4, Parte I) .
La Virgen volvió llena de consuelo con las santas mujeres, quienes estaban preparando ugüentos y aromas con las que querían cubrir el cuerpo del Salvador al día siguiente.
La liberación milagrosa de José de Arimatea
Al parecer, el Viernes Santo, José de Arimatea había sido detenido y puesto en la cárcel. Poco después de que la Virgen retornara con las santas mujeres, la beata Ana Catalina vio a José rezando:
“De pronto la prisión se llenó de luz, y oí una voz que le llamaba por su nombre. El tejado se levantó, dejando una abertura, y vi una forma luminosa echarle una sábana, que me recordó la que sirvió para amortajar a Jesús.
José la tomó con ambas manos, y se dejó levantar hasta la abertura, que cerró detrás de él. Cuando llegó a lo alto de la torre, la aparición desapareció. No sé si fue el Salvador o un ángel quien lo libertó”.
Entonces José de Arimatea regresó con los discípulos que se encontraban en el Cenáculo. Les contó lo sucedido y juntos agradecieron a Dios.
La Virgen María y las santas mujeres
Las santas mujeres terminaron de preparar sus aromas. No dormían porque querían ir al sepulcro antes del amanecer; temían a los enemigos de Jesús. Pero la Virgen María las tranquilizó y las mujeres pudieron descansar un poco.
Cerca de las once de la noche, la Virgen, inflamada por un inmenso amor, se envolvió con un manto pardo y se dirigió al Calvario. Entonces Jesús se le apareció nuevamente a su Madre:
“Vi a Jesús con su sagrado cuerpo aparecerse delante de la Virgen, precedido de un
ángel, teniendo a ambos lados a los dos ángeles del sepulcro, y seguido de una multitud de almas libertadas.
El cuerpo de Jesús estaba resplandeciente; yo no veía en Él ningún movimiento; pero salió de Él una voz que anunció a su Madre lo que había hecho en el limbo, y le dijo que iba a resucitar y a venir a ella con su cuerpo transfigurado, que debía esperarle cerca de la piedra donde se había caído en el Calvario”.
María se fue al sitio designado y espero allí de rodillas.
¡En esta vigilia pascual diferente, unámonos a través del tiempo a todos los que esperaron a Jesús resucitado”