El lograr el equilibrio entre el trabajo y la vida personal es necesario para poder responder a nuestro llamado a la santidad. Estos 3 consejos basados en las Escrituras, la enseñanza del magisterio y la vida de los santos, te pueden ayudar a alcanzar esta meta.
En un artículo para National Catholic Register, la profesora del Departamento de Gestión de Recursos Humanos y Comportamiento Organizacional, Danielle Lamb, señaló que el equilibrio entre la vida laboral y personal puede ser “un ideal esquivo que es difícil de alcanzar”, pero es importante buscarlo para “vivir la vida abundante a la que los cristianos están llamados”.
El trabajo es bueno para el hombre y, por medio de este, los seres humanos logran participar de la obra de creación de Dios. San Juan Pablo II explicaba en su encíclica Laborem Exercens:
“El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos por el mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra. En la realización de este mandato, el hombre, todo ser humano, refleja la acción misma del Creador del universo”.
Sin embargo, el trabajo excesivo es también una falta de virtud. Para evadir la pereza, muchas veces nos involucramos en una multitud de distracciones, cayendo en la actividad frenética.
“Muchas personas hoy en día equiparan la pereza con la flojera. Pero la pereza no es meramente flojera; se entiende más propiamente como tristeza o indiferencia. Aunque la pereza a veces puede parecer aburrimiento y una flojera casual hacía alcanzar el bien espiritual, también puede manifestarse como una ‘actividad’ frenética con cosas mundanas para evitar cuestiones espirituales o llevar una vida reflexiva”, señala el Mons. Charles Pope.
El desequilibrio puede desencadenar en una apatía espiritual. Estos 3 consejos te pueden ayudar a lograr el equilibrio entre trabajo y vida personal.
1) El Ocio es Bueno
“El hombre tiene que imitar a Dios tanto trabajando como descansando, dado que Dios mismo ha querido presentarle la propia obra creadora bajo la forma del trabajo y del reposo… Por lo tanto, el trabajo humano no sólo exige el descanso cada ‘siete días’, sino que además no puede consistir en el mero ejercicio de las fuerzas humanas en una acción exterior; debe dejar un espacio interior, donde el hombre, convirtiéndose cada vez más en lo que por voluntad divina tiene que ser, se va preparando a aquel ‘descanso’ que el Señor reserva a sus siervos y amigos”, señala San Juan Pablo II.
Danielle indicó que de este extracto podemos aprender que el descanso es bueno, ya que Dios mismo descansó, y que tanto “el descanso como el trabajo en equilibrio son necesarios para nuestro florecimiento humano”.
“Lo que podríamos llamar ‘descanso santo’ no es simplemente la ausencia de actividad, sino permitirnos estar tranquilos en la presencia de Dios”, agregó.
En la actualidad, muchos nos definimos por lo que hacemos, por lo que, resalta Danielle, “un tiempo de descanso, una oportunidad para simplemente estar en la presencia de Dios, puede parecer incómodo, intimidante e innecesario”.
“Pero descansar es exactamente lo que nuestra fe cristiana nos llama a hacer. ‘Sólo en Dios descansa mi alma, de él me viene la salvación’ (Salmo 62)”.
2) Mantener santo el domingo
Un buen lugar para empezar es evaluar si estamos santificando los domingos, más allá de la obligación de participar de la Misa.
“¿Hemos llenado el día con otras tareas innecesarias, quehaceres o pasatiempos? Si es así, quizás sea un buen lugar para comenzar a recuperar el equilibrio entre trabajo y vida personal. ¿Podemos proteger los domingos como un día para asistir a Misa, descansar con nuestros seres queridos y pasar tiempo extra en oración? Puede que se necesite un esfuerzo para reorganizar nuestros horarios, pero, santificar los domingos es un gran paso hacia la restauración del equilibrio en nuestras vidas”, agregó Danielle.
Este examen también lo podemos aplicar toda la semana.
“¿Es absolutamente necesario todo lo que hemos planeado? ¿Nos hemos sobrecargado o subestimado el tiempo necesario para completar ciertas tareas? Incluso las cosas que son buenas y bien intencionadas pueden volverse una carga si hemos asumido demasiado. ¿Nos hemos dejado tiempo para la oración diaria y el silencio con el Señor? Incluso 10 a 15 minutos al día es un buen comienzo.
Y si estamos en una posición — por ejemplo, como empleadores, cónyuges o padres — donde influenciamos los horarios de otros, ¿hemos considerado cuidadosamente las demandas que les imponemos y si hemos hecho involuntariamente que sea difícil para los demás lograr el equilibrio necesario en sus vidas?”.
Danielle señaló que puede ser difícil evaluar las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos y los demás, pero es necesario desafiar lo que “hemos llegado a aceptar como nuestro status quo” para lograr alcanzar una vida equilibrada.
3) Ejemplo de los santos
Ver a los santos nos puede guiar a una vida virtuosa e integrada. Danielle recordó la definición del Padre Mike Schmitz sobre el equilibrio: “todo en su lugar”.
“Esta definición de equilibrio entre trabajo y vida personal me recordó la respuesta de Santo Domingo Savio, a quien San Juan Bosco preguntó mientras jugaba al fútbol qué haría si solo le quedara una hora de vida. A esta pregunta, el joven santo respondió: ‘Seguiría jugando al fútbol’.
¡Qué ejemplo de libertad! Creo que fue explicado por el Padre Menezes que lo que permitió a Santo Domingo Savio tener tal confianza fue que estaba haciendo lo que debía hacer cuando debía hacerlo — en otras palabras, viviendo una vida equilibrada”.
Los santos tuvieron vidas equilibradas donde buscaban primero el reino de Dios, o, cómo nos recuerda San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.
“Reordenar nuestras prioridades para que Dios esté en el centro nos permite separar lo verdaderamente importante de lo urgentemente engañoso — y, con el tiempo, como los santos, alcanzar una paz en nuestras rutinas diarias y en nuestras almas”.