Muchas veces los católicos usamos una cruz o un crucifijo indistintamente como expresión externa de nuestra fe. Pero, ¿sabías cuáles son las diferencias entre ellos? ¡Aquí te lo contamos!

Lo que en un comienzo parece una distinción de poca importancia puede convertirse en un reflejo de lo más profundo de nuestras creencias católicas.

El crucifijo

La palabra crucifijo deriva del latín “cruci ficus” que significa “fijo en la cruz”. Esto quiere decir que este elemento devocional no es una sencilla cruz sino una en la que está clavado Jesús como lo estuvo en el Calvario.

En este sentido, el crucifijo recuerda inmediatamente el sacrificio de amor infinito que Jesús hizo por nosotros, al punto de entregarse a la Pasión para salvarnos.

Por lo tanto, llevar un crucifijo sirve como un recordatorio convincente de amar como Él ama y de tomar nuestra propia cruz para seguirlo.

La cruz

La cruz es sin duda el símbolo universal del cristianismo. Sin embargo, en ella está ausente la representación del cuerpo de Jesucristo, con los cual podría parecer un un símbolo cristiano simplificado, que no comunica la historia completa. Jesús murió por nuestros pecados, acto al que volvemos cada vez que presenciamos el Santo Sacrificio de la Misa.

De hecho, muchas confesiones protestantes sostienen que el crucifijo no debe emplearse como un símbolo de la fe cristiana, porque Cristo resucitó y ya no está en la cruz.

A pesar de ello, los católicos sostenemos que la Resurrección -en la cual ciertamente creemos-  corona el sacrificio de Jesús en la Cruz, y este sacrificio nunca debe ser disociado de la gloria de la Resurrección.

En cualquier caso, todo católico puede optar lícitamente por llevar una cruz o un crucifijo, pero es importante conocer la forma diferente en que expresan nuestra fe.

¿Cuál usas tú?

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