La difusión de la cultura oriental en Occidente introdujo algunas inquietudes (y errores) que afectan nuestra oración. Aquí 5 consejos para mejorarla.

Para optimizar la forma en que rezamos y recuperar aquello que de importante y santo tiene la cultura oriental, la Congregación para la Doctrina de la Fe escribió su Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana. De aquí hemos extraído 5 claves para mejorar nuestra relación con Dios.

 

1. La oración es una apertura hacia Dios, no una técnica de recogimiento personal

No hay que perder de vista que el destino de la oración es Dios y nunca nosotros mismos. Orar correctamente implica un diálogo personal, íntimo y profundo con nuestro Creador, no un viaje intimista y solitario por nuestro interior. A través de la oración entramos en comunión, gracias al Bautismo y la Eucaristía, con la vida íntima de las Personas de la Santísima Trinidad. Por eso es tan necesaria la vida sacramental para que la oración tenga frutos. De hecho, intentar implementar una técnica para acercarse a Dios es poner el énfasis en el control humano y no en el don de Dios. Recordemos que Jesús nos invita a vivir como en una infancia espiritual.

2. No es la “fusión” con la divinidad

Entre varios errores que se infiltran por el contacto con filosofías orientales, muchos creen que rezar significa sumergirse en forma impersonal en una divinidad abstracta. Todo lo contrario, como dijimos en el punto anterior, orando dialogamos personalmente con Cristo, una Persona, buscando unirnos a él, no “fusionarnos”.

3. En la oración no buscamos acceder a ningún conocimiento especial

El encuentro con Dios no busca una revelación particular, ni el acceso a una verdad individual por fuera de lo que Cristo a transmitido en el Evangelio. El fruto de orar y dialogar con Cristo es la caridad cristiana. No obstante, a través del rezo Dios puede conceder gracias eventuales que nos permitan comprender mejor alguno de los misterios confesados y celebrados por la Iglesia.

4. Tampoco busca sensaciones especiales

Nuestro encuentro personal con Dios no debe estar guiado por la intención de experimentar algún éxtasis o tener alguna sensación placentera. Muchas personas creen que la oración correcta debe generar estas experiencias, más aún, incluso se desaniman si no atraviesan tales estados. La Iglesia nos enseña que la oración puede incluso realizarse a través de experiencias de aflicción e incluso de desolación, y esto no significa que el Espíritu haya abandonado el alma sino, contrariamente, que se participa del estado de abandono de Jesús en la Cruz.

5. Lo corporal es importante pero no clave

Hay posturas que son más propicias que otras para facilitar el recogimiento y la disposición del espíritu necesarios para ponernos en presencia de Dios. No es lo mismo estar sentado o arrodillado que desparramado en una hamaca. Pero hay que evitar confundir que la posición del cuerpo sea una condición indispensable, lo que lo volvería una forma de técnica. Lo mismo puede aplicarse a la respiración, si bien hay formas de jaculatorias que se adaptan al ritmo natural en que respiramos, esto no debe ser elevado a la calidad de un ídolo.

Algunos ejercicios físicos pueden producir sensación de quietud, distensión y hasta bienestar, pero esto no debe ser confundido con consolaciones del Espíritu Santo.

¿Y tú, tienes algunos consejos para mejorar nuestra oración?

 

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