El Titivillius es un demonio que tiene un propósito muy específico: recopilar todas las deficiencias y todos los pecados que cometió cada hombre. 

Originalmente, los monjes escribanos creían que este demonio buscaba que la persona omita las sílabas y las palabras que transcribían. 

Así también, eran los “culpables” de los errores cometidos por los monjes cuando era el momento del canto litúrgico. No es sorprendente que encontremos representaciones de este demonio en muchos de los puestos del coro, como una advertencia contra clérigos perezosos y distraídos.

Virgen de la Misericordia con los Reyes Católicos. Autor Diego de la Cruz. Arriba a la derecha, el Titivillius.

Un poco de historia

Desde el principio, se creía que había demonios cuyo trabajo consistía en incitar las fechorías de las personas, al contrario de lo que hacían los ángeles, que era recoger y escribir por escrito lo que era bueno. 

En la segunda mitad del siglo XIX, los académicos franceses comenzaron a atribuir a Titivillus la culpa de haber causado los errores de los escribanos del medioevo, y más tarde también en las tipografías modernas, casi como si fuera el autor de los errores en los libros impresos.

La historia se extendió rápidamente y hoy en día, para muchos del gremio, Titivillus se ha convertido en el demonio que atenta contra los calígrafos, impresores y periodistas. 

Sin embargo…

Todo esto vendría a ser un mito, pues ni en la Edad Media ni antes del siglo XIX, existen textos y pruebas iconográficas de la existencia de un demonio, ya sea Titivillus u otros, con la intención de esta tarea.

Además, las supuestas pistas que se proporcionan son muy dudosas o, simplemente, se han malinterpretado a partir de desde un supuesto que quiere buscar una justificación fácil de los errores en la escritura.

Todo indicaría que es una historia que se volvieron folclóricas, y se pasaron entre generaciones verbalmente. 

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