En muchas ocasiones, conocemos personas que viven tranquilos en pecado y reniegan de una conversión profunda y seria. No por ignorar que hay un Dios, sino porque creen que Él los perdona de todo, porque es todo misericordioso.

San Alfonso María de Ligorio trató de abrirle los ojos a este tipo de personas. Intentó mostrarles los peligros a los que estaban expuestos los que demoran su conversión y optan por ese estilo de vida por ignorancia al poder del demonio y el pecado.

¿Quién te ha dicho que tienes tiempo?

Uno de los peligros que este santo advierte, es el creer la mentira de que tenemos el tiempo suficiente para hacer una conversión verdadera y entregarnos a Dios. La muerte suele ser repentina, nadie más que Dios sabe cuándo moriremos ¿de dónde viene esta seguridad de que uno se convertirá justo a tiempo? Recordó las palabras de San Gregorio cuando dice:   

“El Señor que prometió el perdón al que se arrepiente de su culpa, no prometió conceder tiempo para convertirse al que quiere perseverar en el pecado”.

¿Crees que Dios te quiere pecando?

Otro peligro es creer en la mentira de que Dios, en su sabiduría y tiempos, quiere que uno viva en pecado para que después ha una conversión de manera más plena. Dios, por propia naturaleza, no puede querer ver pecar a sus hijos.

El santo pregunta si se ha olvidado que estamos en este mundo gracias a que Dios nos mantiene vivos. Si se tiene conciencia de esto, ¿cómo podemos pensar que nos mantiene vivos para perder el tiempo en el pecado?

¿Podrás convertirte después?

Más allá de no saber cuándo uno va a morir, y suponiendo que Dios nos da el tiempo para la conversión, el santo pregunta: “si no puedes vencer la tentación ahora, ¿qué te hace pensar que podrás después?”

Entre más se vive un pecado, más difícil es renunciar al pecado con el tiempo. No solo porque se genera el hábito, sino porque un pecado trae consigo más pecados. Para cuando uno se enfrenta a esta “bola de males”, será muy difícil vencerlo. Lo mejor es terminar con el mal comportamiento ahora.

¿Quieres convertirte?

Pero, lo que más le preocupa al santo de esta situación, es que no se mire el verdadero problema: uno no quiere la conversión, no quiere aceptar a Dios en su vida.

Dios quiere que estemos con Él, pero para poder salvarnos, necesitamos dos cosas fundamentales: Su gracia, y nuestra colaboración.

Sin nuestra voluntad, sin el deseo de estar con Dios, por mucha gracia que haya, no habrá cambios positivos en nuestra vida. No porque Dios no pueda cambiarnos, sino porque Él respeta la libertad, y si deseamos seguir viviendo en el pecado, que por definición es vivir lejos de Su presencia, Él no nos obligará a volver. 

¡No malgastemos el tiempo que Dios nos da para amarlo! Su misericordia siempre nos está esperando.

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