Los católicos creemos en el Purgatorio, que es aquel lugar donde las almas se purifican para llegar al Cielo.

Nuestras oraciones ayudan mucho y podemos pedir a Dios por el término de la purificación de un alma.

Si bien esta costumbre tiene una base bíblica, está más arraigada en la tradición de la Iglesia. Sabemos que los primeros cristianos ya rezaban por sus difuntos.

En el Antiguo Testamento tenemos el caso del segundo libro de los Macabeos que nos cuenta cómo los líderes del pueblo de Dios pensaban que es sagrado y saludable orar por los muertos (2 Mac 12, 43 – 46).

En el Nuevo Testamento existen varios pasajes donde se habla de una purificación después de la muerte. Cristo indicó que existen pecados que no tendrían perdón ni en esta vida ni en la que viene (Mt 12, 32).

San Agustín, San Gregorio Magno, San Beda y San Bernardo indicaron que hay personas que no lograron el perdón en vida, pero pueden tenerlo después de muertos (De Civ. Dei, XXI, XXIV; Dial., IV, XXXIX; Sermón LXVI en Cantic., n.11 ).

Orar por los difuntos se encuentra en una de las fórmulas rezadas por el sacerdote en cada Misa.

Aprovechemos unos momentos del día para pedir por las almas de amigos, familiares, o cualquier difunto, por su purificación y su pronto encuentro con el Padre. Para aliviar sus almas y puedan tener el descanso eterno.  

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