El origen del Padre Nuestro lo encontramos en las Sagradas Escrituras, específicamente en los Evangelios de San Mateo y San Lucas, cuando Cristo enseña a sus discípulos a rezar esta oración que rompe con los códigos religiosos de la época para llamar a Dios como “Abba”, una expresión cariñosa que significa “Papá”.

Lo interesante sería conocer cómo esta oración enseñada por Jesús pasa a formar parte de la liturgia de la Misa.

Uno de estos registros nos lo brinda San Jerónimo (420 d.C), que en el siglo V atestiguó en sus escritos que los primeros cristianos rezaban el Padre Nuestro al momento de celebrar la Eucaristía.

Posteriormente, el Papa San Gregorio Magno (604 d.C) instauró de forma oficial el rezo del Padre Nuestro después de la Oración Eucarística y antes de la Fracción del Pan.

Por su parte, San Agustín (430 d.C) percibió en el Padre Nuestro la conexión hermosa entre las Sagradas Escrituras y el perdón de los pecados del hombre.

Además, San Ambrosio (397 d.C) reflexionó sobre la parte del “pan de cada día” y su relación con La Sagrada Eucaristía.

El Padre Nuestro es la oración que anuncia el amor y cercanía que tiene Dios con sus hijos, que está ahí para protegernos y enseñarnos a amar como el Padre que es.

Por eso recemos constantemente esta oración, recordando que fueron las palabras que nuestro Señor pronunció y enseñó. Pero sobre todo, recordemos que Dios nos escucha y ama.

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