Una foto del Sínodo sobre la Juventud dio mucho de qué hablar hace unos días. La imagen muestra a una sacerdotisa en el Vaticano, una mujer con estola y alba identificada como Martina Viktorie Kopecká.

Algunos se preguntaron si su presencia implicaba que la Iglesia Católica ha abierto la puerta a la posibilidad de tener mujeres sacerdotes.

¿Qué hacía en el Sínodo? Pues Kopecká no pertenece a la Iglesia Católica sino a la Iglesia Husita, denominación cristiana separada de la Iglesia Católica en 1920. Ella asiste al Sínodo como invitada en la llamada “Lista de los Delegados Fraternos”.

Estos delegados representan a comunidades no católicas y comparten su perspectiva frente al tema del Sínodo. Según informan los organizadores, su objetivo es ofrecer una mirada amplia y objetiva de la realidad de los jóvenes en el mundo.

La presencia de la sacerdotisa ha traído de vuelta la antigua pregunta: ¿Por qué la Iglesia no permite mujeres en el sacerdocio?

Ya en 1976, la Congregación para la Doctrina de la Fe respondió a esta pregunta en la declaración Inter Insigniores. El documento sostiene que la masculinidad del sacerdocio proviene desde el pueblo de Israel, cuando los sacerdotes y encargados de la fe eran hombres.

Respetando esa tradición, Cristo quiso elegir a doce hombres para liderar a su Iglesia (cf. Mc 3,13-14; Jn 6,70). Los Apóstoles respetaron esta forma de proceder de Cristo como designio divino. Por lo que sus sucesores fueron, y siguen siendo, hombres (Cf. 1 Tim 3,1-13; 2 Tim 1,6; Tit 1,5-9).

El sacerdocio en la Iglesia Católica no depende de alguna acción o labor social. Cada miembro del Cuerpo de Cristo tiene una función basado en su esencia y no en lo que es capaz de hacer.

Ningún miembro de la Iglesia es superior a otro. Cada uno tiene su misión en la evangelización.

Las mujeres “no son menos” en la Iglesia por no poder ser sacerdotes. Durante toda la historia de la Salvación han sido muy importantes. Como dijo David Gregson, PhD:

“Sin embargo, para que no parezca que Dios ha honrado a los hombres por encima de las mujeres, debemos recordar que de todos los seres creados, incluida la jerarquía de los Ángeles, Dios elevó a una mujer al lugar más elevado, la Santísima Virgen María. Aunque no era una apóstol, fue nombrada Reina de los Apóstoles, Reina de los Ángeles, Reina del Universo y Madre de su propio Creador”.

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