Creo que los que tenemos edad para recordarlo podemos hacer memoria de las cartas y mensajes en cadena que se enviaban por email a finales de los ’90 y durante el inicio de la década del 2000. Se enviaban y recibían mensajes en donde el emisor le pedía al receptor que le hiciera ‘forward’ al email y que en cambio recibiría X o Y cosa: dinero, milagros, buenas noticias, etc. Igualmente sería castigado de no hacerlo.

Pues bien, esta práctica se trasladó a Facebook y otras redes sociales. Lo que muchos católicos que comparten este tipo de contenido no saben es que esto es incompatible con el Catecismo de la Iglesia Católica. Y no solo esto, sino muchas prácticas y supersticiones que a menudo demostramos, queriéndolo o no.

Uno de los propósitos de este blog es compartir las maravillas que he aprendido acerca de nuestra fe y de nuestra Iglesia. Por ello, con toda humildad, me dispongo en este post a indicarles algunas de las cosas con las que ofendemos a Dios, quitándole a Él nuestra total y plena confianza y poniéndola en acciones -como enviar un email o darle ‘share’ a una imagen o mensaje en cadena-, o hasta sentirnos ‘desnudos’ si no llevamos con nosotros cierto objeto de devoción, como un rosario o un escapulario.

La superstición, según la define la Real Academia Española, es una ‘creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón’ o una ‘fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo’. O sea, que por definición la superstición es contraria a la fe.

Y, ¿qué dice la Iglesia al respecto? Pues dice lo siguiente: La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22), anuncia el catecismo de la Iglesia Católica. O sea, cada vez que le atribuimos el ‘milagro’ al hecho de que compartimos X o Y oración con tantas o cuantas personas, o a que ese día llevábamos puesta nuestra medalla de la virgen tal o cual, estamos restándole importancia a lo que realmente mueve montañas, que es la FE en Cristo Jesús.

Y es que recurrimos a este tipo de prácticas y ‘muletas’ por nuestra inmadurez en la fe, porque no sabemos o somos capaces de creerle plenamente a Dios, de entregarle nuestra confianza, nuestros anhelos, nuestra voluntad a Él. Vivimos chantajeándolo con mensajes de Facebook o con ‘negociaciones’ en lugar de oraciones: ‘Dios, si me concedes esto prometo tal y cual cosa’, solemos decir. Con Dios no se ‘negocia’, pero pedimos pruebas todo el tiempo y no hacemos como María que simplemente dijo ‘hágase’ en total y completa fe. Y no es que las promesas estén mal, lo que está mal es condicionar la voluntad de Dios. Dios lo que quiere es nuestra voluntad, nuestro arrepentimiento y nuestra conversión.

Él, que es todo misericordia, nos perdona estas infidelidades, esta falta de fe y de confianza, pero es nuestro deber esforzarnos por creer ciegamente, entregarle nuestra voluntad, cerrar los ojos y dejar que Él guíe nuestras vidas. Y esto se logra con oración, estudiando la Palabra y dejando que ésta nos hable.

Mantengamos nuestra mirada en el resucitado y pidámosle al Espíritu Santo que nos permita creer firmemente en Él, buscar más de Él, entenderlo mejor a Él y a su Santa Iglesia, para crecer en el puro y verdadero amor, el único amor, el que compartimos en Cristo Jesús.

Y si no comparten este post, no les pasará nada, no se preocupen.

Fuente: Católica Caótica.

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