Hace algunos días me disponía a comprar una agenda para organizar mis asuntos del nuevo año y cuando llegué a la tienda me topé con una cantidad enorme de opciones. Agendas pequeñas, grandes, coloridas, de bolsillo, de escritorio, etc. Pero algo me llamó particularmente la atención: la gran cantidad de agendas ‘motivadoras’, llenas de mensajes positivos, con frases de ánimo para cada día. Frases como: ‘nada es imposible’, ‘tu puedes con todo’, ‘el mejor momento es ahora’, ‘prohibido rendirse’, ‘tu tienes la llave de tu felicidad’, etc.

Esto me hizo pensar en cuanto ha crecido la ‘industria de la motivación’, cuan grande es este negocio de ‘sentirse bien’. Ahora está muy de moda ir a charlas de motivación, tener ‘coaches’ de vida que te dicen cómo alcanzar la felicidad, leer libros de autoayuda, postear mensajes positivos en Facebook o enviarlos por WhatsApp para darle ánimo a los amigos y conocidos, etc. Está de moda estar feliz a cualquier precio.

Pero, ¿es esto lo que quiere Dios de nosotros? ¿Quiere Dios que tapemos nuestros problemas con una frase inspiradora o con un discurso motivador? ¿Quiere que nos digamos constantemente que ‘nosotros podemos’? En lo personal, y teniendo como referencia los Evangelios, no lo creo.

La motivación del cristiano, lejos de estar en un linda foto con palabras de ánimo, está en la cruz, en el sufrimiento y la humillación del vía crucis, en las llagas de Jesucristo crucificado. La motivación del cristiano está en la seguridad de la resurrección, porque no hay cruz sin resurrección.

Me explico: el mundo quiere que tapemos, precisamente, estos sufrimientos de la cruz con cualquier cantidad de mensajes y motivaciones, con terapias, con ‘auto ayuda’, con la construcción de un concepto de hombre fuerte que todo lo puede. Pero no es hasta que abrazamos la cruz, hasta que reconocemos los clavos que nos hacen colgar de ella y nos dejamos ‘morir’, que no nos movemos a la gloria de la resurrección. Y morir en la cruz de Cristo es reconocer nuestro pecado, reconocer nuestras carencias, saber que sin Dios no podemos. Morir en la cruz es aceptar el sufrimiento que nos salva, que nos cambia, que deja que Dios entre en nuestras vidas para que descansemos en Él.

Por eso Cristo nos invita a ‘cargar con nuestra cruz’ para ir en pos de Él, y esto significa, como dijo el Papa, ‘imitar Su dedicación al Padre y sus gestos de servicio y de amor, a perder la vida para encontrarla’. Para seguir a Cristo hay que hacerse amigo de Cristo, haciéndose como Él, conocerlo; leer el Evangelio, acudir a los sacramentos, dedicar momentos diarios a la oración, etc. Es necesario “empaparse” de sus enseñanzas, que son divinas. Es entonces cuando damos un fundamento sólido a nuestra vida cristiana.

Esperemos la resurrección cada vez que nos enfrentemos a la cruz, porque ya hay Uno que cargó con ella y nos da la gloria y la felicidad en este mundo. Por eso dice en 366 ocasiones en la Biblia: no tengan miedo. Esa es Su motivación y Su promesa.

Fuente: Católica Caótica

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