El Concilio Vaticano II supuso importantes cambios en la vida de la Iglesia. Muchos, la gran mayoría, recibieron con gran alegría estos cambios. El propio San Juan XXIII, quien tuvo la idea de convocar este concilio, decía que este acontecimiento fue “una ventana abierta para que entrara aire fresco en la Iglesia”. Sin embargo, otros se negaron a aceptar los documentos conciliares. Este fue el caso de Mons. Marcel Lefebvre.

Esta es la historia del poco conocido encuentro entre Lefebvre y San Pío de Pietrelcina.

Marcel Lefebvre nació en Francia y fue obispo de Dakar en África. Posteriormente fue nombrado legado apostólico para toda el África de habla francesa. Sobre su encuentro con San Pío de Pietrelcina en 1967 (dos años después de que se clausurara el Concilio Vaticano II) solo quedan algunas fotos, pero los detalles de su conversación aún son materia de debate, sobretodo porque existen dos versiones de lo ocurrido que son contrarias la una de la otra.

La primera versión de dicho encuentro nos llega a través del libro Selecciones del Padre Pio de Pascal Cataneo. En dicho libro se lee lo siguiente:

Entre las muchas, muchas personas quienes fueron a ver al Padre Pio, estuvo el Arzobispo Lefebvre, quien más tarde se adheriría obstinadamente a la Tradición católica, como la llamaba él, cuestionando la autoridad del Vaticano II y por lo tanto fue removido de su cargo por el Papa Pablo VI.

El Arzobispo tuvo un encuentro con el Padre Pío en la presencia del profesor Bruno Rabajotti. Este testigo reportó que en un momento en particular el Padre Pío miró a Lefebvre de forma muy severa y dijo: ‘Nunca cause discordia entre sus hermanos y siempre practique la regla de obediencia, y sobre todo, cuando le parezca a usted que los errores de quienes representan la autoridad son muy serios. No existe otro camino que la obediencia, especialmente para aquellos quienes hemos hecho este voto’.

Padre Pío le pudo haber dado este consejo debido a que él mismo tuvo que obedecer algunas órdenes cuestionables, su actitud era poner esto en las manos de Dios, porque Él encontraría la manera de que la verdad triunfase. Parece que el Arzobispo Lefebvre no veía las cosas de la misma forma, incluso cuando respondió al Padre Pío de la siguiente manera: ‘Lo recordaré, Padre’.

Padre Pío lo miró fijamente y, viendo lo que muy pronto ocurriría, dijo: ‘¡No, usted lo olvidará! usted desgarrará a la comunidad de los fieles, oponiéndose a la voluntad de sus superiores e incluso irá en contra de las órdenes del Papa mismo, y este afán sucederá muy pronto. Usted olvidará la promesa que hizo hoy y toda la Iglesia será herida por usted. No se ponga en el lugar de juez, no tome poderes que no le corresponden y no se considere como la voz del pueblo de Dios, que Dios ya ha hablado por ellos. No siembre la discordia y la disensión. Sin embargo, ¡sé que lo hará!’. Desafortunadamente, la verdad de la profecía del Padre Pío fue obvia para todos.

A pesar de lo detallada de esta versión del encuentro, existe otra versión muy distinta que nos llega por el mismo Marcel Lefebvre. En 1990 un sacerdote amigo le consultó por su encuentro con el santo de los estigmas a lo que Lefebvre respondió con esta carta:

Por muchos años ya, esta difamación ha sido una mentira de principio a fin, y ha estado circulando por Italia. Ya la he refutado, pero esta mentira se niega a morir. No existe una sola palabra de verdad en la copia de la página de la revista que me envió.

El encuentro tuvo lugar después de Pascua, en 1967, durando dos minutos. Me acompañó Fr. Barbara y un hermano de la Congregación del Espíritu Santo, el Hno. Felin. Conocí al Padre Pío en un pasillo, cuando iba de camino a su confesionario, le asitían dos Capuchinos.

Le expliqué, en pocas palabras, el propósito de mi visita: que bendijera a la Congregación del Espíritu Santo, la cual estaba por celebrar un Capítulo General Extraordinario al que asistíría, y que estaba siendo conducida al ‘aggiornamiento’ o modernización, como estaba sucediendo con otras sociedades religiosas, y que temía que tal reunión sería problemática…

Entonces el Padre Pío exclamó: ‘¿Yo bendiciendo a un arzobispo?, no, no, ¡es usted quien debe bendecirme a mí!’, se inclinó para recibir la bendición. Lo bendije, el besó mi anillo y continuó su camino hacia el confesionario…

Esto fue todo lo que ocurrió en ese encuentro, ni más, ni menos. La invención que se plasma en el texto que me envía, es sólo producto de una imaginación y mendacidad satánica, el autor es hijo del ‘Padre de la Mentira’.

Gracias por darme la oportunidad de decir una vez más la verdad, simple y llana.

Suyo, de la manera más cordial, en Cristo y María.
Marcel Lefebvre.

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Independientemente de cuál sea la versión cierta, la verdad es que la situación de Marcel Lefebvre y la fraternidad que fundó para perennizar su visión (Fraternidad Sacerdotal San Pío X – FSSPX) fue empeorando con los años. Esta crisis llegó a su punto máximo en 1988 cuando consagró a 4 obispos sin el permiso de la santa sede, quedando automáticamente excomulgado junto con ellos.

Al realizar ese acto, a pesar del monitum público que le hizo el cardenal Prefecto de la Congregación para los Obispos el pasado día 17 de junio, el reverendísmo mons. Lefebvre y los sacerdotes Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta, han incurrido en la grave pena de excomunión prevista por la disciplina eclesiástica San Juan Pablo II.

Mons. Lefebvre murió en 1991 y en el año 2009 la Santa Sede le levantó la excomunión a los 4 obispos de la FSSPX.

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