¿El sacerdote debe bendecir cualquier objeto que le llevan los fieles? La anécdota del P. Eduardo Hayen Cuarón da luces sobre la diferencia entre la fe auténtica y la búsqueda de soluciones mágicas en la vida de los creyentes.

En su cuenta de X, el sacerdote narró un momento complicado que tuvo que enfrentar luego de la Misa.

“Me aborda una señora para pedirme una bendición de dos objetos que traía en un bolso. Le pregunto ‘¿qué son?’ Me responde: ‘Dos morralitos para la abundancia’. Me negué a bendecirlos explicándole que se trata de objetos mágicos que la Iglesia no bendice. Si los hubiera bendecido, yo habría pecado. La señora se retiró un poco contrariada”, indicó.

¿Por qué los sacerdotes no pueden bendecir CUALQUIER objeto? 

El P. Hayen recordó el pasaje del 1er libro de Samuel donde los filisteos buscaron en el Arca de la Alianza una ayuda mágica, a pesar de no estar dispuestos a cambiar de vida por la corrupción de sus corazones.

“Pensaban que el Arca tenía poderes mágicos y saldrían victoriosos de la guerra. Fueron derrotados y muchos tuvieron una muerte ignominiosa. Utilizar el Arca como amuleto fue su error. La conversión a la fe en el Dios vivo era el verdadero remedio”, agregó.

El sacerdote indicó que, al igual que los filisteos, hay católicos que buscan magia y no la verdadera conversión en sus vidas.

“Como la señora que quería la bendición de sus morralitos de la abundancia. Creen que sólo con agua bendita y otros sacramentales, como la medalla de san Benito, les irá mejor”.

“Muchos creen que la devoción a san Judas Tadeo, por ser un santo muy milagroso, tiene efectos mágicos... pero ellos no quieren escuchar la llamada a la conversión para abandonar el pecado”. 

El P. Hayen remarcó que los sacramentales son buenos siempre que se usen “con fe y en espíritu de conversión”.

“Utilizados como superstición hacen pecar a quien los utiliza”.

El sacerdote agregó que al recurrir a la magia, la persona busca dominar a Dios y obligar que sucedan las cosas que uno desea, mientras que una auténtica fe requiere poner a disposición del Señor la vida.

“Busca que el Señor trabaje en ella. Dios toma control del creyente cuando tiene fe, y limpia su ser desde su raíz. En el Evangelio el leproso dice con fe a Jesús: ‘Señor, si quieres, puedes curarme’. ‘Si quieres’ significa que Jesús es Dios y que si es voluntad divina, se curará o no el enfermo”.

“Dios dice: ‘Amarás al Señor con toda tu mente y corazón’ (Mt 22,37). Amar no es una manera mágica de vivir la fe, sino dejarse conducir por Dios, con la entrega y la confianza de un niño pequeño. No en la magia sino en la verdadera fe está nuestra salvación”.

¡Dejemos a Dios actuar en nuestras vidas!

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