El Padre Jaime Ruiz del Castillo y Ubach, vicario general de la Prelatura de Moyobamba, en Perú,  explicó por qué no se puede bendecir a una persona que ha fallecido y no está bautizada. ¡No dejes pasar este sacramento!

La Prelatura de Moyobamba publicó un video en Instagram donde el P. Ruiz comenta lo que enseña el ritual de exequias de la Iglesia Católica.

Lo que dice el sacerdote:

“Yo una vez me encontré en el ritual de exequias que el féretro de una persona no bautizada no se debe bendecir. Yo obedecí a la Iglesia, porque hay que obedecer a la Iglesia, y pone en el ritual que una persona no bautizada, al ataúd no se le echa el agua, yo obedecí pero no lo entendí, porque bendecimos bancas, bendecimos camisetas, bendecimos animales… ¿no vamos a bendecir a un pobre difunto que no se ha bautizado y que a lo mejor no es su culpa?

Y la primera vez que me encontré en el entierro de una persona no bautizada me entregaron con mucho interés -la familia- el agua, y yo no bendije el cadáver. Yo lo que empecé a hacer es echar agua bendita a los vivos, a los que estaban por ahí. Y me insistían. Y me di cuenta de que ellos pensaban que si yo echaba agua al cadáver, quedaba bautizado. Y no, lo siento, después de la muerte, un difunto ya no queda bautizado.

Y ahí entendí que la Iglesia, que es Madre y es Santa, niega esa bendición por el bien de los vivos, para que no se crean que uno puede dilatar el bautismo y dejarlo para el final. La Iglesia es Madre y sabe, incluso cuando hace cosas que parecen crueles, como es el negar la bendición a una persona pecadora impenitente, porque pecadores somos todos”.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que gracias al sacramento del Bautismo somos hijos de Dios.

“El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión” (CIC 1213).
“El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que comprende: el perdón del pecado original y de todos los pecados personales; el nacimiento a la vida nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo. Por la acción misma del bautismo, el bautizado es incorporado a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y hecho partícipe del sacerdocio de Cristo”  (CIC 1279).

No dejemos este sacramento fuera de nuestras vidas.

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