Con tres niños pequeños, la Misa puede ser la parte más aterradora de toda mi semana.
Me pregunto: ¿gritará el bebé justo en medio de la Consagración? ¿Terminaré persiguiendo al niño pequeño por el pasillo central? Posibilidades sombrías pasan por mi mente mientras visto a los niños para ir a la iglesia.
Pero Dios ama a los niños, y hasta los recuerdos más difíciles de ir a la iglesia probablemente nos parezcan preciosos dentro de una o dos décadas.
Así que, aquí tienes algunas reflexiones que pueden ayudarte a ver este problema desde otra perspectiva.
1) Dios nota los esfuerzos de tus hijos… y los tuyos.
Este es mi pensamiento “vaso medio lleno” cuando el comportamiento de mis hijos no es tan bueno como me gustaría. Tal vez no se sentaron quietos ni estuvieron en silencio durante toda la celebración. Pero para un niño de dos años, incluso 25 minutos son un reto. Sé que Dios aprecia que él esté intentando dar lo mejor de sí para mostrar reverencia… y que yo me esfuerzo al máximo por enseñarle.
2) A veces los niños tienen su propia manera de alabar a Dios.
No digo que debamos permitirles interrumpir la celebración como ellos quieran. Pero vale la pena recordar que, cuando los niños pequeños hacen ruido, tal vez no intenten distraer tanto sino participar.
Cuando mi hijo mayor era un bebé, empezaba a gritar espontáneamente en medio de la Misa, a menudo con un tono bastante enfático. Me inquietaba que aparentemente la Misa lo hiciera enojar tanto, hasta que mi esposo señaló que tal vez esa era su forma de “reprender al diablo”. Así comenzamos a referirnos habitualmente a esos arrebatos.
3) Siempre habrá una próxima semana.
No se puede negar que el comportamiento en la iglesia puede ser difícil para los niños pequeños. Pero tienes por delante años para crear recuerdos felices de ir a Misa con ellos, y si persistes en tus esfuerzos por educarlos, con el tiempo se adaptarán. Si esta semana fue difícil, déjala atrás e inténtalo de nuevo.
4) Recuerda que tus necesidades espirituales también importan.
Una de las cosas más difíciles de tener niños inquietos es que te impiden “recargar tus baterías” en la iglesia. Seré honesta: a veces mi esposo y yo hacemos una pausa de ir todos juntos y nos turnamos; uno lleva al hijo mayor a Misa mientras el otro asiste solo a una celebración más tarde. Creo que esta es una adaptación válida para una etapa de la vida en la que nuestros hijos nos dificultan recuperar nuestra paz espiritual.
También conozco padres que logran el mismo efecto asistiendo individualmente a Misas entre semana. Cuando empezamos a hacerlo, de pronto me descubrí más paciente con los pequeños las semanas en que sí iban con nosotros. Creo que quizá no me daba cuenta de hasta qué punto mi frustración se debía a que sentía que me estaban privando de mi tiempo de adoración.
5) Tus hijos pueden estar absorbiendo más de lo que imaginas.
Dicho esto, vale la pena recordar que los niños suelen captar elementos de la liturgia incluso cuando parecen no estar prestando atención. A veces me sorprenden con las preguntas que hacen después de la Misa, lo que demuestra que, incluso cuando parecían más concentrados en distraerme a mí o a sus hermanos, cosas buenas estaban llegando a su conciencia.
6) Jesús pidió que los niños se acercaran a Él. Está feliz de que estén aquí.
A veces resulta molesto escuchar comentarios altivos sobre el comportamiento en la iglesia por parte de personas que no parecen entender cómo son los niños. Casi da la impresión de que suponen que, si tus hijos se portan mal, es porque no te has molestado en decirles que la iglesia es un lugar para estar con reverencia. Tranquilízate: Jesús sabe cómo son los niños y le encanta tenerlos cerca.