Los viernes de todo el año son días en los que la Iglesia nos invita a hacer penitencia para que tengamos nuestra pequeña cuaresma semanal. ¿Por qué el viernes? ¿Qué debemos hacer?
Todos sabemos que la Cuaresma es un período de preparación espiritual camino a la Pascua. De igual forma, los viernes de todo el año la Iglesia nos invita a imitar ese espíritu cuaresmal.
¿Por qué el viernes?
Los viernes de todo el año son penitenciales. La Iglesia eligió este día en particular porque fue el día en que murió Jesús crucificado. Así, conmemorando el sacrificio de Cristo, los católicos tenemos la oportunidad de hacer propio este acontecimiento, reverenciar su entrega y unirnos a los padecimientos de Jesús.
¿Por qué un día?
Más allá del día en particular que tiene un sentido histórico, es importante que los fieles podamos coordinar nuestras prácticas y formas de devoción y sacrificio. Por ello, con la finalidad de que todos los católicos vivamos una experiencia similar y nos unamos en un solo sentir, la Iglesia determinó un día para penitencia.
¿Qué debemos hacer?
En los días penitenciales, los católicos somos invitados a dedicarnos de forma especial a la oración, a realizar obras de piedad y caridad, y a negarnos a nosotros mismos (Canon 1249).
Según el Código de Derecho Canónico, todos los viernes debe guardarse la abstinencia de carne o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal (Canon 1251).
De igual forma, cada Conferencia Episcopal tiene la autoridad para determinar la forma de realizar la abstinencia o reemplazarla por otra penitencia, ya sea obras de caridad y prácticas de piedad (Canon 1253).
Además de estas disposiciones, cada uno puede imponerse algunas penitencias personales, pequeña (o grandes) privaciones de cosas que nos dan placer en lo cotidiano. Se trata de hacer alguna renuncia o sacrificio y entregárselo a Jesús.
¿Cuál es el sentido?
A través de estas prácticas en las cuales renunciamos a nosotros mismos e imitamos a Cristo, buscamos una transformación espiritual para acercarnos más a Dios.
En la actualidad, en una cultura que promueve en forma desmedida el placer y el consumo, abandonar por un día estos hábitos es una oportunidad para recordar que estamos llamados a algo más.
Al aplazar nuestros deseos, fortalecemos nuestro espíritu y renovamos nuestra conciencia cristiana, es decir, recordamos que vamos en camino a la Casa del Padre, por la senda que nos abrió Jesús.
El gesto de no comer carne los viernes no es más que una manera de privarnos de ingerir un alimento muy común y apetecido por la gran mayoría. Pero la idea fundamental es, como decíamos, fomentar la actitud de desprendimiento y sacrificio. Los cristianos no somos de este mundo.
Cada viernes la Iglesia nos invita a tener nuestra pequeña Cuaresma. Tenemos una ocasión especial para acercarnos más a aquel Cristo que sufrió por nosotros.
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