Según el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), el corazón vendría a ser la sede de la moral de la persona. De esta salen o se controlan las intenciones malas, como lo indica el Evangelio de San Mateo (Mt 15,19; CIC 2517).
Para poder luchar contra la concupiscencia y el pecado en nuestra vida, la Iglesia indica que es necesaria la purificación del corazón (CIC 2517). Pero, ¿cómo?
Si se toma las enseñanzas del apóstol San Pablo, podemos saber que una purificación del corazón se logra mediante la caridad, la castidad (rectitud sexual), el amor a la verdad y la ortodoxia en la fe (CIC 2518).
Solo los que son limpios de corazón podrán ver a Dios (Mt 5,8; CIC 2518), y esto se debe a que la purificación del corazón ayuda a conocer y a comprender más a Dios. Ya lo dijo San Agustín (CIC 2518):
“Los fieles deben creer los artículos del Símbolo ‘para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndola, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen’”
Asimismo, la pureza del corazón, al permitirnos ver a Dios, nos permite ver como Él lo hace. Nos hace ver con verdadero amor al prójimo y nos permite amarnos a nosotros mismos recordando nuestra dignidad como templos del Espíritu Santo (CIC 2519).
Oremos para que Dios nos ayude a tener un corazón cada vez más puro, para que podamos vivir en el amor de Dios, con los demás y con nosotros mismos.