Escuchamos mucho sobre la necesidad de “confiar” en Dios, especialmente cuando nos enfrentamos a un miedo o ansiedad paralizantes. Pero, ¿qué significa en términos prácticos “confiar” en Dios?

Te lo diré.

Significa llevar a cabo tu trabajo diario sin pensar en el problema que has dejado en manos de Dios.

Si tienes un trabajo, debes seguir trabajando. Si hay reuniones a las que asistir, asiste a ellas. Si hay una rutina de ejercicio específica que debes seguir, síguela.

En otras palabras, la forma en que demuestras a Dios que confías en Él es no permitir que tus problemas consuman todos tus pensamientos, emociones y actividades. Básicamente, demuestras tu confianza en Dios al forzarte a no pensar en tus problemas, ¡sino en cambio, permitir que Él piense en ellos!

Un segundo punto sobre confiar en Dios tiene que ver con el tiempo.

Cristo dijo: “Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal” (Mateo 6:34).

Lo que eso significa es que Dios te brinda asistencia divina, o “gracia”, solo para el día presente. Él no te da gracia para mañana, ni para la próxima semana ni para el próximo mes. Solo para este período de veinticuatro horas.

Es por eso que el miedo a algún sufrimiento futuro siempre es mayor que el propio sufrimiento. Cuando piensas en eventos dolorosos que podrían ocurrir mañana, aún no estás recibiendo la gracia que Dios tiene la intención de darte en el momento en que experimentarás esos eventos mañana.

En términos prácticos, esto significa que cuando experimentes una gran ansiedad, una de las cosas más importantes que debes hacer es acortar tu marco de tiempo. Debes concentrarte exclusivamente en el día que estás viviendo en ese momento.

No puedes seguir repitiendo todos los diversos escenarios de pesadilla en tu cabeza. No puedes pensar en los problemas financieros que podrías experimentar la próxima semana, o en el cáncer que podría propagarse el próximo mes, o en la persona que amas muriendo el próximo año.

Toda esa preocupación por desastres futuros es inútil. Más importante aún, es un obstáculo para recibir ayuda divina de Dios.

Sí, un obstáculo. Dios quiere que confíes en Él. Y pensar en todas esas cosas terribles que ni siquiera sabes si van a suceder no es un signo de confianza. Por lo tanto, tu objetivo no es pensar en los días, semanas y meses venideros.

Tu objetivo es superar el día.

Debes superar el día y llegar a la noche. Y cuando finalmente te acuestes, el sueño es tu recompensa. No subestimes el poder del sueño. El sueño es poderoso. El sueño es tu amigo.

La Biblia dice que Dios derrama sus bendiciones sobre aquellos a quienes ama cuando duermen (Salmo 127:2); eso es porque confían en Él sus problemas.

Cuando estés pasando por una gran agitación, haz lo que sea necesario por la noche para dormir profundamente. Tu habitación debe ser un refugio seguro para ti, no una cámara de tortura de horrores. Una vez que estés allí, una vez que hayas superado el día, debes ser capaz de dejar de lado tus problemas.

Debes ser capaz de colocar cualquier “cruz” que Dios te haya dado en la esquina, contra la pared; luego acostarte, entregar toda tu ansiedad a Dios, dormir y permitir que Él trabaje en tus problemas durante las próximas ocho horas, así como permitir que tu cuerpo se cure y acumule tus reservas de energía para que puedas hacer todo lo que necesitas hacer al día siguiente.

No te preocupes por tu cruz, seguirá estando allí cuando te levantes.

Finalmente, cuando estés pasando por problemas difíciles, debes recordar las palabras de San Pablo, quien dijo: “No os inquietéis por cosa alguna” (Filipenses 4:6).

Eso no fue una sugerencia suya. Fue un mandato de Dios. Y Dios no nos mandaría hacer algo a menos que también nos diera el poder para seguir ese mandato.

Piensa en un juez en un tribunal. Cuando golpea el mazo frente a él, significa que no hay más preguntas, no hay más testigos, no hay más interrogatorios, ¡caso desestimado!

Eso es exactamente lo que debes hacer cuando descubras que tu mente sigue volviendo y dando vueltas a los mismos pensamientos temerosos. Debes golpear el mazo y decir: “¡Basta, para, caso desestimado!”

Sigue estos simples puntos y cuando llegue el día de sufrimiento, como llega a todos nosotros, tendrás el poder para entregarte verdaderamente a la santa voluntad de Dios.

Este artículo es un extracto del libro de Anthony DeStafano, “30 Days to Your New Life: A Guide to Transforming Yourself from Head to Soul”.

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