¡¿Quién como Dios?!
Seguramente tengas en tu hogar alguna imagen de san Miguel Arcángel. Lo vemos con una espada en alto en la mano derecha, una balanza en su mano izquierda y pisando la cabeza del demonio.
También sabemos por la Iglesia que este arcángel es el príncipe de los ejércitos de Dios. Pero, ¿por qué?
La creación de los ángeles
Los ángeles son criaturas espirituales, personales e inmortales, que fueron creados por Dios en un acto puro de amor para servirlo y glorificarlo.
Todos ellos, desde el momento de la creación, fueron invitados a participar de la felicidad de Dios mismo. Sin embargo, no lo veían tal como era, aún estaban en un período de prueba y no podían alcanzar la visión beatífica, es decir, ver a Dios tal cual es.
Los ángeles, entretanto, estaban felices de amar y profundizar en el conocimiento de Aquel Ser infinito. Al mismo tiempo, se comunicaban entre ellos. Había jerarquías de entendimiento y sabiduría sobre su Creador.
Todos los ángeles habían sido creados buenos.
La prueba
No está claro cuál fue la prueba que debieron superar los ángeles, pero se trató de una prueba moral. Si todo pecado comienza por la soberbia, también el pecado de estos seres espirituales consistió en ello.
Según Santo Tomás, la soberbia de los ángeles consistió en querer asemejarse a Dios. Claro que sabían, porque tenían una gran inteligencia, que jamás podrían ser iguales, pero en el sentido de preferirse a sí mismos antes que a su Creador.
La batalla en el cielo y el rol de san Miguel Arcángel
Y entonces hubo un ángel, el más grande de ellos, Luzbel, quien se rebeló contra Dios y arrastró a muchos otros con él. Millones dudaron. Y se produjo una inmensa batalla, no material, sino de entendimiento, de argumentos, de oración.
De un lado estaban los que elegían a Dios y del otro los que se preferían a sí mismos y se negaban a adorarle. Cada ángel creció en virtud según la forma en que participó de la gracia de su Creador, mientras otros se alejaban y se transformaban en monstruos morales.
Allí san Miguel Arcángel alzó la voz, “¡¿Quién como Dios?!”
San Miguel Arcángel, que amaba a Dios como ningún otro, se convirtió en Su principal defensor, y su fidelidad inigualable inspiró a muchos otros ángeles a mantener el celo y la obediencia. Todos ellos exclamaron: “¿¡Quién como Dios!?”
Entonces el Creador puso fin a la prueba, los ángeles rebeldes fueron expulsados del “Cielo” y los que amaban a Dios fueron invitados a participar de la vida íntima de la Santísima Trinidad.
Desde ese momento, a san Miguel Arcángel se lo conoce como el príncipe de las milicias celestiales y guardián contra los enemigos de la Iglesia.
Imitemos a este ángel y digamos cada día: ¡¿Quién como Dios!?
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