Alexander Acha recibió dos noticias difíciles: su esposa había dado positivo a la enfermedad de Lyme y los médicos les dijeron que no podrían tener más hijos.

Sin embargo, el músico asegura que, gracias a la intercesión de San André Bessette, vivieron un gran milagro: la sanación de su esposa y el nacimiento inesperado de su hijo André.

Durante el capítulo 8 del programa Juego de Voces, Acha contó su historia de fe junto a su esposa María Rojo de la Vega, y cómo Dios nunca los ha dejado solos.

El músico mexicano señaló que siempre le han preguntado por qué habla siempre de Dios, “por qué me aferro a Él en cada momento de mi vida, y hoy quiero contarles la historia de mi pequeño milagro de amor”.

Este es el testimonio de Alexander Acha y la intercesión de San André Bessette:

Ella es María, mi mujer. En el 2016, nosotros ya teníamos un hijo y recibimos dos noticias que nos cambiaron la vida: la primera, que estábamos de nuevo embarazados, y la segunda, que había salido positiva a la enfermedad de Lyme. Mi vida, tú viviste muchos años de angustia, de migrañas, de debilidad, de dolor. Además, nos enteramos de que ya no podíamos tener más hijos.

Un día, nos fuimos a Montreal. Yo quería darte una alegría, ir a visitar a tu familia allá. Fuimos al Oratorio de San José, una basílica hermosa, emblemática de la ciudad de Montreal. Y ahí nos pasó algo: una mujer —que hasta ahora seguimos creyendo que fue un ángel— nos pidió que visitáramos la Ermita de San André Bessette.

Cuando entramos, las paredes estaban llenas con agradecimientos de mucha gente que había recibido milagros. Entonces, te tomé la mano como ahorita, te llevé hasta el altar, y de rodillas oré: "San André Bessette, tú que has ayudado a tantos, te suplico, intercede por nosotros ante nuestro Señor para que mi mujer se sane". Y le dijimos que, si llegáramos a tener otro hijo —que en ese momento, pues, era imposible— ese hijo se llamaría André, en agradecimiento a él, ¿te acuerdas?
Los doctores ya nos habían dicho que esa enfermedad no tenía cura. Pero un día, nuestro hijito Mikel nos miró y nos dijo: "Papás, para Dios no hay imposibles".

Regresamos a México y, al volver, me enteré por un amigo que había una doctora en Italia que curaba el Lyme, algo que era incurable. No sabíamos qué pensar. La doctora mandó un tratamiento a distancia que nos hacía dudar muchísimo. Y luego, una diosidencia: me tenía que ir a Italia a grabar mi siguiente álbum, Las Italianas, y por supuesto, te fuiste conmigo. Recuerdo perfectamente cuando la doctora te dijo: "En 6 meses, tus exámenes saldrán negativos. Estarás curada". ¿Te acuerdas? Fue muy duro.

Y así sucedió. Ese fue nuestro primer milagro: en 6 meses se hizo las pruebas, salió negativo. Jesús nos lo concedió. Aun así, el problema hormonal que ella tenía, pues, era permanente. La idea de otro bebé era imposible.

Luego pasaron varios años, y hace unos meses ella me dijo: "¿Podemos pasar a la farmacia?". Yo me aterré. Pensé que la enfermedad había regresado, que algo se había complicado, pero no te dije nada.

Ya luego, en la casa, y más hermosa que nunca, te me acercaste y, con lágrimas en los ojos, me diste una prueba de embarazo. Era positiva. Nuevamente, San André se había acordado de nosotros y venía en camino un nuevo ser.

El bebé estaba programado para principios de enero, pero en el hospital nos dijeron que no se podía y, para nuestra sorpresa, nació hasta la madrugada del 7 de enero. ¿Saben qué día es el 7 de enero? El día de San André Bessette. Ahí supimos que había sido una obra de Dios. Por eso, mi pequeño milagro de amor, nuestro pequeño milagro, se llama André.

Él es André, el milagro que nos recuerda cada día que Dios existe, que nos ama y que siempre confiamos en Él, porque para Él no hay imposibles, como dijo mi hijo.

Chiquitín, esta canción te la hice a ti y te la dedico hoy aquí.

Cuentas Conmigo

“Cuentas Conmigo” es la canción que Alexander Acha escribió para su pequeño hijo André.

¿Quién es San André Bessette?

Alfred Bessette, huérfano y de salud frágil, pidió entrar en la vida religiosa a los 25 años, aunque era pobre y analfabeto. Fue rechazado inicialmente por los Hermanos de la Santa Cruz en Montreal, pero gracias a la recomendación de su párroco y la intervención del obispo, fue admitido y recibió el nombre de hermano André. Le asignaron la humilde tarea de portero del colegio, donde, con el tiempo, se hizo conocido por su profunda fe y oraciones a San José, que muchos consideraban milagrosas.

Su fama creció, y miles de personas acudían a él en busca de consuelo y sanación. Pese a las críticas, el hermano André siempre insistió en que no era él quien curaba, sino Dios por intercesión de San José. En 1904, comenzó la construcción de una pequeña capilla en honor al santo, que con los años se transformó en una gran basílica: el Oratorio de San José.

A su muerte, en 1937, más de un millón de personas acudieron a despedirlo. Hoy, el oratorio sigue siendo un centro de peregrinación, testimonio del legado de fe, humildad y amor del hermano André.

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