Después de tantos acontecimientos que han girado en torno a la comunidad homosexual, todos dolorosos lastimosamente, creo justo aclarar ciertos puntos a la luz del Evangelio y de la enseñanza de la Iglesia, sobre todo, dirigido a aquellos hermanos cristianos que teniendo esta inclinación, luchan por vivir la fe cristiana con coherencia y valentía, cargando con sudor y lágrimas sus cruces, así como lo hacemos todos – o al menos como deberíamos hacerlo –.
Aclaración básica
Quienes me siguen por redes sociales sabrán que al referirme a ciertos temas, suelo ser bastante crítico y a veces incluso un poco duro, ya sea por el tema de los animalistas y sus excesos, de las feministas radicales o del avance de la ideología LGBTI. Sin embargo, muchas veces podría parecer – y ciertamente sería un enorme malentendido – que el fin de dichos comentarios es un ataque frontal a las personas homosexuales, y quienes así lo perciben, podrían llegar a pensar – que sería un malentendido aún mucho peor – que la Iglesia descalifica a las personas homosexuales. La realidad es ciertamente todo lo contrario:
“(…) Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.” Catecismo de la Iglesia Católica, 2358
En otras palabras, ninguna persona que se llame a sí misma “cristiana” tiene alguna especie de carta abiertapara ofender a las personas por su orientación sexual, y seguido de esto, debe además derrumbarse aquél mito que se repite como mantra, que pretende insinuar que la Iglesia “enseña” que los homosexuales no pueden ser cristianos, o que, debido a su condición se encuentran en pecado mortal. Este tipo de mitos son esparcidos por el viento, por parte de personas que ciertamente desconocen lo que la Iglesia enseña al respecto.
¿La Iglesia “condena” a los homosexuales?
Nunca está de más aclarar que la Iglesia NO condena a las personas homosexuales, y aquí es muy importante aquello de saber distinguir entre el pecado y el pecador, pues lo que la Iglesia condena como un acto que ofende a Dios, es el acto homosexual, es decir, las relaciones homosexuales. Y esto es pecado, de la misma manera que lo es para un hombre casado el serle infiel a su esposa, y como lo es la masturbación como un acto egoísta y estéril que desfigura el concepto del amor como donación de sí mismo.
Es decir, el acto homosexual es “uno” de los tantos pecados contra la pureza y la castidad que a fin de cuentas no permite una valoración plena del amor verdadero a la luz del amor de Dios y del plan que tiene para cada uno de nosotros.
Lo que sucede, y hay que decirlo, es que actualmente la sociedad ha llevado a niveles insospechados la primacía del sentimentalismo por encima de la razón, haciendo mucho daño sobre todo a las personas homosexuales y sirviéndose de ellas para promocionar ideologías nefastas. Lo que nos lleva al siguiente tema…
El activismo al servicio de la ideología de género: el verdadero y único enemigo
Recuerdo no hace mucho haber conversado con un amigo homosexual, y cristianísimo además, de misa diaria y rosario, que me comentaba con mucha tristeza y cierto enojo, que muchas veces, el verdadero agresor de la persona homosexual es el homosexual. Esto me lo decía después de contarme cómo tuve que soportar humillaciones e insultos por parte de cierto grupo LGBTI, por haberse negado a participar en una marcha a favor del “matrimonio igualitario”. Y es que, lo que muchas veces la gente no termina de comprender, es la separación abismal que existe entre la persona homosexual y un grupo minoritario y activista que busca promover una ideología.
Sobre esto, basta tomar como ejemplo lo sucedido al psiquiatra – ex homosexual – Richard Cohen, autor del libro: “Comprender y sanar la homosexualidad”, quien a cada país que ha ido a dictar alguna conferencia, ha sido recibido agresivamente por el colectivo LGBTI, y todos nos preguntaremos “¿y qué es lo que hace este señor para que lo reciban así?”, pues sencillo, él ahora, siendo heterosexual, casado y con hijos, quiere ofrecerles un camino, una alternativa, a los homosexuales que libremente quieran descubrir una nueva forma de vivir su vida. Pero esto al colectivo LGBTI le parece intolerable.
El mensaje de fondo que este colectivo (promotor de la ideología de género) da a las personas homosexuales es:“ustedes son homosexuales igual que nosotros, y no pueden dejar de serlo. Deben apoyar el matrimonio gay, la adopción de niños por parejas homosexuales, y además, deben estar de acuerdo con los 33 tipos de género que según nosotros/as creemos que existen, además de hombre y mujer” Ciertamente un mensaje bastante largo, pero que se resume muy bien con la forma en que se expresan y se manifiestan.
La verdad siempre nos hará libres
Han sido tantos los testimonios de homosexuales cristianos que han llegado a la misma conclusión: la Iglesia es la única que nos dice la verdad. Y es que no importa cuántas veces el mundo – con su sentimentalismo siempre presto a ideologías – nos repita que los actos homosexuales son “normales”, aun así, seguirán siendo un acto contra la naturaleza del ser humano. Es fácil para quien está acostumbrado a vivir una vida desordenada “aconsejarle” a otros que así lo hagan, y convencerles además, de que esa forma de vivir la vida es “normal”. Así mismo, el camino fácil es aquél que plantean los colectivos activistas a las personas homosexuales que quieren seriamente descubrirse a sí mismos y tratar de entenderse. Son tantas personas las que teniendo esta orientación sexual, tratan de encontrar el camino correcto que los lleve a ser felices de verdad, sin embargo, son constantemente presionados por una sociedad que les dice: “no te esfuerces, acéptate como eres y abraza tu homosexualidad…”, seguido de un colectivo activista – bien financiado además – que les bombardea con todos los dogmas que como homosexual “debe aceptar”.
Ante esta realidad, la Iglesia no les miente, y les dice lo siguiente:
“Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana” Catecismo de la Iglesia Católica, 2359
En otras palabras, la Iglesia no les plantea como meta la aprobación de una “ley” que les permita dar rienda suelta a sus pasiones, no. La Iglesia y Dios en primera instancia, plantea para ellos – como lo hace para todos – el único camino que hace verdaderamente feliz al hombre y a la mujer: la santidad. Aquí no hay ideologías baratas ni argumentos emotivos, sino la verdad que libera.
Conclusión
Hay gente que ni siquiera se imagina que existen muchísimos homosexuales que no están de acuerdo con el mal llamado “matrimonio homosexual” y menos con la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Homosexuales que realmente comprenden su situación y saben situarse en la realidad en la que se encuentran, siendo sinceros consigo mismos, con los demás y con Dios. A estos hay que sostenerlos con nuestras oraciones siempre, y acompañarles – como lo hacemos con cualquier otro hermano nuestro – en su camino.
Estas personas que han sabido experimentar realmente la libertad de la verdad, que luchan por vivir los principios del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia con y por amor a Dios y a los demás, éstas personas sí deben inspirar orgullo, y éste debería ser el verdadero orgullo que celebre la sociedad y por el cual se deba desfilar en las calles.
¡Dios los bendiga!
[Ver: La historia del Mister Gay que se convirtió rezando el Rosario]
[Ver: Esto es lo que el Papa Francisco piensa sobre la ideología de género]
Publicado originalmente en el blog de Steven Neira.