La autonomía personal y la falsa idea de libertad que priman como forma de vivir en nuestro mundo, en muchas ocasiones se transforman en un creciente sentido de desesperanza y de sinsentido.

Sin duda, estamos viviendo tiempos complicados. Es verdad que hemos avanzado en muchas áreas humanas como la igualdad de derechos, la tecnología, la ciencia etc, sin embargo, siguen existiendo dinámicas dañinas que aumentan nuestra ansiedad y angustia.

Es un reto ir al ritmo que nos presenta el mundo y, muchas veces, nos vemos envueltos en una crisis continua que parece no dejarnos nunca. En este contexto, no es raro sentirnos abrumados y desanimados. Es por eso que hoy queremos darte algunas ideas para enfrentar estas emociones oscuras y encontrar la luz en medio de la desolación.

Consolación y desolación

San Ignacio de Loyola, en sus ejercicios espirituales, distingue entre dos estados espirituales: consolación y desolación. El primero es un regalo de Dios, cuando el espíritu se encuentra inflamado en fe, esperanza y amor; el segundo es lo contrario, cuando nos sentimos solos, vacíos, con temor y desesperanza.

Él nos habla de la importancia del discernimiento espiritual, una práctica esencial para distinguir entre lo que proviene de Dios, lo que es fruto del mal espíritu, y lo que emana de nuestro propio ser. La práctica del discernimiento nos guía en nuestro camino espiritual, ayudándonos a navegar a través de las aguas a menudo turbulentas de nuestro tiempo.

Entendiendo qué son la consolación y la desolación, en nuestro discernimiento cotidiano es importante seguir estos pasos:

1. Permanecer

El mal espíritu es tramposo y se aprovecha de nosotros cuando nos encontramos en momentos de crisis -si sentimos desesperanza, rencor, ansiedad- por eso, cuando nos descubrimos en desolación, es decir, con falta de amor, esperanza y fe, no tomamos decisiones importantes, permanecemos en nuestros compromisos y dejamos que las aguas se calmen.

2. Respirar

Es posible que estas emociones oscuras puedan surgir por un apego desordenado al pasado o una preocupación desmedida del futuro. Respirar tranquila y profundamente nos ayuda a conectar con el presente.

Cuando respiramos y paramos un momento, podemos identificar lo que podemos hacer de lo que simplemente se sale de nuestras manos. Es preciso soltar lo que hay que soltar.

3. Ofrecernos al Señor

Se trata de entregarnos con todo lo que estamos sintiendo, no esperando que se resuelvan nuestros problemas; sino dejándonos acompañar por la presencia amorosa y tierna de Dios. 

Cuando pasamos por situaciones que nos causan emociones oscuras, como ansiedad, desesperación o miedo, por lo general éstas tardan en digerirse, así mismo los problemas toman tiempo para resolverse; así que, la mayoría de las veces, no basta con hacer lo que nos toca y respirar, debemos darle tiempo al tiempo, y en oración, seguir ofreciéndole todo al Señor.

4. Buscar ayuda

Quizá todos los consejos anteriores sean de ayuda, pero si nos encontramos en un momento grave de nuestra vida y sentimos que alguna de estas emociones se ha salido de nuestras manos, es importante pedir ayuda.

Buscar acompañamiento espiritual o terapéutico es necesario, no pretendamos resolver todo por nuestra cuenta, habrán muchos momentos en la vida en los que necesitemos de ayuda y eso está bien.

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