El capellán de la Universidad de Columbia, P. Roger Landry, acompañó a Jesús Eucaristía durante 65 días en la Peregrinación Eucarística Nacional, que recorrió Estados Unidos. Esta experiencia de fe ha cambiado su vida para siempre.
Peregrinos de todo Estados Unidos acompañaron a la Eucaristía en procesión por 10.460 kilómetros desde 4 puntos distintos del país, en la Peregrinación Eucarística Nacional, un esfuerzo católico sin precedentes.
Entre ellos se encontraba el P. Landry que acompañó a un grupo de jóvenes, religiosas y religiosos a lo largo de la Ruta de Santa Isabel Ana Seton, que partió desde New Haven hacia su destino final: Indianápolis, para el Congreso Eucarístico Nacional.
“En el camino, fuimos testigos oculares de lo mejor de la Iglesia histórica en Estados Unidos: varias magníficas basílicas y catedrales, así como muchas hermosas iglesias rurales, todas erigidas para Jesús Eucaristía, que nos espera en el altar y en el sagrario, así como lo mejor de la Iglesia de hoy, en las multitudes de personas que vinieron con entusiasmo a encontrarse con Jesús con la fe que una vez encontró en tiempos del Evangelio”, indicó el sacerdote.
El P. Landry compartió, en un artículo para National Catholic Register, 3 de las más importantes lecciones que cambiaron su vida durante esta peregrinación.
1. Peregrinación Bíblica
El P. Landry indicó que la vida cristiana está destinada a ser una peregrinación eucarística, donde la Iglesia peregrina en la tierra sigue los pasos de Jesús hasta llegar a la casa del Padre.
“Jesús nunca nos dice que nos quedemos donde estamos, sino que nos invita a ‘venir’, a ‘seguirlo’ y a ‘ir’ a compartir con los demás”.
Este llamado lo vivieron totalmente en este peregrinaje, donde acompañaron a Jesús por las calles, tal cual lo hicieron los discípulos hace más de dos mil años.
“Viajamos con Él hasta por 30 kilómetros diarios bajo un sol abrasador, a través de lluvias torrenciales y hasta tres veces en botes. Comprendimos que, aunque en la vida rara vez tenemos la alegría de caminar con Él en procesión solemne, Él desea caminar humildemente con nosotros cada día, al igual que lo hizo con la Sagrada Familia, los discípulos”.
2. Hospitalidad Cristiana
El sacerdote resaltó el poder evangelizador de la hospitalidad, una realidad que experimentaron a lo largo de la ruta.
“Cuando Jesús envió por primera vez a los apóstoles, les dijo que desearan paz a aquellos hogares que los recibieran y que se quedaran donde fueran bienvenidos, comiendo lo que se les pusiera delante. Luego diría que aquellos que recibieran a los apóstoles, lo recibían a Él, y recibían al Padre que lo envió. Una de las formas más importantes, por lo tanto, en que la fe crece es a través de misioneros siendo recibidos. Al acoger a los mensajeros, los anfitriones se convierten en un suelo más fértil para recibir tanto el mensaje como al Enviador”.
El P. Landry indicó que cada noche, familias, sacerdotes y comunidades religiosas abrían sus puertas y compartían con ellos.
“Algunas familias ni siquiera eran católicas. La fe de nuestros anfitriones nos afectó, y nuestra fe influyó visiblemente en muchos de ellos, así como en sus amigos invitados y ocasionalmente en miembros de la familia alejados de la fe.
De manera similar, experimentamos una hospitalidad extraordinaria de las diócesis, parroquias, hogares de ancianos, escuelas, despensas de alimentos e incluso la prisión que visitamos. La mayoría trabajó durante meses antes de la visita, a veces muy breve, y recibieron a Jesús Eucaristía cuando llegamos en gran número, llenos de fe y entusiasmo, y también con coros, músicos y servidores. Hubo tantas personas amables repartiendo agua y refrigerios y más, mientras nos recibían con amor, junto con Jesús”.
3. Adoración Eucarística
Si bien estaba acostumbrado a participar en Misa diaria y vivir las Horas Santas, el P. Landry sintió en este peregrinaje el verdadero poder transformador de la adoración eucarística, especialmente durante los momentos que pudo compartir de manera más cercana con Jesús Eucaristía.
La furgoneta donde viajaba el sacerdote junto a sus hermanos de congregación estaba equipada con un soporte para la custodia, donde se podría poner la Eucaristía durante los periodos de peregrinaje que se tenía que realizar en carro.
“No estábamos preparados para la intensidad y la intimidad que teníamos a pocos pies de Jesús mientras la furgoneta servía como su burro moderno. Lo aclamábamos cada vez que lo recibíamos de nuevo en la furgoneta. Mientras conducíamos, la mayoría de las veces lo adorábamos en silencio, pero también rezábamos con Él y a Él la Liturgia de las Horas, rezábamos con y a su Madre el Santo Rosario, y a veces cantábamos himnos y canciones de alabanza y adoración. Y al menos una vez al día, hacíamos unas largas Oraciones de los Fieles espontáneas, alabándolo, dándole gracias, pidiendo perdón e intercediendo por los demás, y solicitándole lo que necesitábamos.
Éramos conscientes de lo única que era la experiencia. En algunas ocasiones, cuando estábamos en la autopista, otros coches, al ver a Jesús expuesto y nosotros adorándolo, intencionalmente viajaban junto a la furgoneta durante kilómetros, adorándolo también. Muchos otros, cuando esperábamos en la furgoneta con el Santísimo Sacramento antes de entrar o salir de una iglesia, se arrodillaban conmovedoramente junto a la furgoneta en el césped y en el asfalto”.
El sacerdote mencionó que tal vez no vuelvan a tener esta oportunidad nuevamente, pero nunca podrán borrar “la experiencia del deseo de Jesús de viajar con nosotros, incluso en nuestros vehículos”.
El P. Landry resaltó que hay muchas más cosas que agradecer, pero por el momento dan gloria a Dios por esta peregrinación eucarística nacional.
“Le agradecemos por hacernos testigos también de la receptividad y respuesta de la Iglesia en Estados Unidos, que fue un preludio de lo que todos vieron en el Congreso Nacional Eucarístico, con unas 60,000 almas reuniéndose para dar testimonio de la Presencia Real.
Y pedimos su ayuda mientras todos continuamos con Él en la peregrinación eucarística de la vida cristiana, que no conduce a Indianápolis, sino al cumplimiento eucarístico de la Jerusalén celestial”.