Las solemnidades son las celebraciones más importantes de la Iglesia Católica, tienen sus propias lecturas y oraciones para la Misa.
La Virgen María tiene muchas fiestas y memoriales, pero solo 4 solemnidades que los católicos celebramos cada año en estas fechas:
Santa María, Madre de Dios (1 de enero):
Es una de las celebraciones cristianas más antiguas que existe, data del siglo VI en Roma.
En el año 431 el Concilio de Éfeso indicó que María, al ser Madre de Cristo, es Madre de Dios.
En memoria de este Concilio, el Papa Pío XI en 1931 instauró que dicha solemnidad se celebre el 11 de octubre. Después del Concilio Vaticano II, celebramos María Madre de Dios, se movió al 1 de enero.
Anunciación del Señor (25 de marzo):
Se conmemora el anuncio del Arcángel Gabriel a María sobre la encarnación de Cristo en su vientre.
Un dato curioso de esta celebración es que se festeja nueve meses antes de Navidad, en una analogía al tiempo de gestación.
Hay documentos de la Iglesia que señalan que la fiesta empezó a celebrarse en el siglo IV. Un decreto de 1895 de la Sagrada Congregación de Ritos eleva el rango de la fiesta.
Asunción de la Virgen María (15 de agosto):
En esta solemnidad se celebra que la Virgen María fue asunta al Cielo en cuerpo y alma.
Celebrar la asunción de la Virgen es celebrar que Cristo cumple las promesas de su resurrección; ya que algún día también estaremos en el Cielo como María (Catecismo de la Iglesia Católica 966).
En 1950 el Papa Pío XII declaró el dogma de la Asunción de la Virgen María que sostiene que “terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.
Inmaculada Concepción (8 de diciembre):
El dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado por el Papa Pío IX en el siglo XIX mediante su bula “Ineffabilis Deus”.
El dogma indica que la Virgen “fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción”.
La misma Virgen María se presentó en Lourdes como la Inmaculada Concepción ante Santa Bernardita el 25 de marzo de 1858, a poco más de tres años después de la proclamación del dogma.