Imagina que estás viendo el anuncio del nuevo Papa... ¡y reconoces el rostro de un cliente de tu gimnasio! Eso fue exactamente lo que le sucedió a Valerio Masella, entrenador personal en Roma.
El alumno discreto al que había acompañado durante dos años —conocido únicamente como “Robert”— no era otro que Robert Francis Prevost, ahora Papa León XIV, el 267 sucesor de San Pedro.
“¡Básicamente, entrené al Papa!”
Valerio contó su testimonio al diario italiano Il Messaggero:
“Cuando apareció en la ventana de la Plaza de San Pedro, lo reconocí de inmediato. ¡No lo podía creer! Básicamente, entrené al nuevo Pontífice. Para mí, él era solo un cliente como cualquier otro”.
Valerio, de 26 años, cuenta que ningún trabajador ni asistente del gimnasio sabía que Robert era cardenal, mucho menos que podría llegar a ser Papa.
El deporte para cultivar la paciencia
León XIV mantenía una rutina de ejercicios constante: iba al gimnasio de dos a tres veces por semana, siempre cordial, sonriente y muy reservado.
“Venía con ropa discreta, llegaba por las mañanas, hacía sus ejercicios con dedicación y nunca mencionaba su función eclesiástica”, relató el entrenador.
La rutina comenzaba con un calentamiento aeróbico en la caminadora o bicicleta, seguido de ejercicios de fortalecimiento muscular y posturales. El Papa también acostumbraba jugar tenis con vista a la Basílica de San Pedro —un deporte que, según él, ayudaba a cultivar la paciencia.
Un cuerpo y un espíritu sano
Valerio elogió la excelente forma física del Pontífice, afirmando que, para su edad, se destaca por su resistencia y su composición corporal saludable.
“Pensé que era profesor o académico, por lo reservado e inteligente que era. ¿Pero Papa? Jamás lo habría imaginado”.
Una señal de nuevos tiempos
El episodio revela algo conmovedor y profundamente humano: el hombre que ahora guía a 1.400 millones de católicos en el mundo llevaba una vida sencilla, con hábitos normales y una rutina saludable —sin ostentación ni privilegios.
El Papa León XIV, agustino, misionero en el Perú, pastor de dos patrias, es ahora también un símbolo de humildad en las cosas pequeñas. Incluso en el gimnasio.