Hay una basílica en Roma que es el hogar de muchas reliquias de los primeros siglos de la Iglesia, entre las que destaca una en particular: el manto de San José.

Algunos eventos han relacionado la Basílica de Santa Anastasia a este gran Santo, el Patrono de la Iglesia Universal, a quien celebramos el 19 de marzo.

Tres detalles sobre San José y el manto

1. La basílica es recordada especialmente el día de Navidad en Roma

Las estaciones cuaresmales de Roma son una antigua ruta de peregrinación que se contemplaba durante la Cuaresma, pero también en otros momentos del año litúrgico, cuando el Papa celebraba la Misa y la Iglesia local se reunía para la liturgia.

El día de Navidad, cuando nuestros pensamientos deben girar hacia la Sagrada Familia, el Papa reunía a los fieles en la Basílica de Santa Anastasia.

La reliquia de San José (abajo) con el velo de Nuestra Señora (arriba). Créditos: Daniel Ibañez, EWTN News.

2. La reliquia no está sola

El manto de San José se encuentra en la basílica junto con el velo de la Santísima Virgen María. Traídos a Roma por San Jerónimo en el siglo IV, ambas reliquias han estado bajo la custodia de la Basílica de Santa Anastasia durante más de mil años.

3. San Jerónimo predicó aquí contra la herejía del monofisismo

Esta herejía sostiene que la Persona de Jesús es solo divina y no contempla su parte humana. Ciertamente, al recibir su naturaleza humana de la Santísima Virgen María, se destaca la conexión con San José como padre adoptivo.

La Basílica y sus Reliquias

Situada en los antiguos centros de poder y paganismo romano, los orígenes de esta basílica se remontan al principio del cuarto siglo, siendo una de las iglesias más antiguas de Roma y una de las parroquias originales. Con el tiempo, se hizo conocida con el título de Sanctae Anastasiae, tomando su nombre de uno de los santos en el Canon Romano.

Anastasia, una santa de la antigua ciudad de Sirmio, fue martirizada en la persecución del Emperador Diocleciano. Sus reliquias fueron llevadas más tarde a Constantinopla y veneradas en una iglesia llamada la Anastasis, que significa "resurrección". Esta conexión con el misterio pascual es significativa, considerando el papel de la iglesia como iglesia titular durante la temporada de Cuaresma.

La basílica no es solo una Iglesia estacional romana durante la Cuaresma y la Misa de la Aurora en el día de Navidad. También, el Papa se reúne allí con el clero y los fieles de Roma el Miércoles de Ceniza, para luego salir en procesión hacia la iglesia estacional de la Basílica de Santa Sabina.

Muchas reliquias se han conservado en la basílica como las reliquias de la Sagrada Familia, las cruces procesionales, o la "crux stationalis" en latín, que se usaban cada día durante la Cuaresma.

Leyenda del Manto

El manto de San José. Créditos: Daniel Ibañez, EWTN News.

San José, quien sabemos era carpintero, necesitaba madera para su trabajo, pero le faltaba dinero. La Virgen María le sugirió que ofreciera su manto de bodas, un regalo de ella, como garantía a un vendedor de madera llamado Ismael.

Ismael dudó, pero eventualmente aceptó el manto. Gracias a este acto, se obraron milagros en su familia. El vendedor fue curado de úlceras oculares y la armonía física como espiritual llegaron a su hogar. Su esposa se volvió más amable de la noche a la mañana.

Además, cuando el manto se puso en la vaca enferma de Ismael, esta también mejoró. Agradecido, el vendedor decidió quedarse con el manto, perdonando la deuda de José y proveyendo madera gratuita para él y María para siempre.

Más tarde, Ismael y su esposa visitaron a la Sagrada Familia, llevando regalos. La Virgen María los bendijo, diciendo que Dios protegería a cualquiera bajo el manto de su esposo, San José.

Aunque actualmente el manto se encuentra en una basílica de Roma, cualquiera puede pedir la intercesión de San José por medio de esta oración:

Oh glorioso patriarca San José, tú que fuiste elegido por Dios sobre todos los hombres para ser la cabeza terrenal de la más sagrada de las familias, te suplico que me aceptes dentro de los pliegues de tu sagrado manto, para que seas el guardián y custodio de mi alma.

A partir de este momento te elijo como mi padre, mi protector, mi consejero y mi patrono, y te suplico que pongas bajo tu custodia mi cuerpo, mi alma, todo lo que soy, lo que poseo, mi vida y mi muerte.

Mírame como a uno de tus hijos; defiéndeme de la traición de mis enemigos, invisibles o no, ayúdame en todo momento en todas mis necesidades; consuélame en la amargura de mi vida y especialmente a la hora de mi muerte, y aunque sea una sola palabra, háblale de mí al Redentor Divino, a quien fuiste digno de sostener entre tus brazos, y a la Santísima Virgen María, tu castísima Esposa.

Pide para mí esas bendiciones que me llevarán a la salvación. Inclúyeme entre aquellos que te son más queridos, y me dedicaré a demostrarte que soy digno de tu especial patrocinio.

Amén.

(Fuente)

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