El poderoso cortometraje "El Velo Removido" muestra de una manera hermosa cómo el Cielo se une milagrosamente a la Tierra en la Misa.

Captura a la perfección el evento más extraordinario de la historia: el sacrificio de Cristo en el Calvario, un acto eterno y continuo que trasciende el tiempo y el espacio, uniendo lo sobrenatural con lo natural.

Cuando celebramos el Santo Sacrificio de la Misa, el Sacrificio de la Cruz de Cristo se renueva. Así, participamos del mismo misterio atemporal que tuvo lugar hace más de 2000 años.

A través de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía mediante el proceso milagroso de la transubstanciación, Cristo se ofrece a sí mismo por la humanidad de la misma manera en que se ofreció en la Cruz como Víctima pura, santa e inmaculada.

Es como si la Virgen María, el amado discípulo San Juan, Santa María Magdalena y Santa María de Cleofás estuvieran junto a la Cruz de Jesús hace 2000 años para presenciar el momento extraordinario en que Cristo conquistó la muerte al sacrificarse una vez y para siempre.

Durante la consagración del pan y el vino en la Misa, toda la congregación también se hace espiritualmente presente a los pies de la Cruz en el Calvario.

Aunque no sea visible para nosotros, según la tradición cristiana, desde el momento de la consagración, el cielo se abre, y una multitud de Ángeles, santos y los fieles difuntos también están presentes durante el Santo Sacrificio del Altar para adorar a Cristo como el Cordero Sacrificial.

San Juan Crisóstomo dijo:

“Cuando se celebra la Misa, el santuario se llena de innumerables ángeles que adoran a la Divina Víctima inmolada en el altar”.

Mira el cortometraje "El Velo Removido":

El Catecismo de la Iglesia Católica establece:

“En la liturgia de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual. Durante su vida terrestre Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio pascual. 
Cuando llegó su hora (cf Jn 13,1; 17,1), vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es sepultado, resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre ‘una vez por todas’ (Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12).
Es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia, pero absolutamente singular: todos los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbidos por el pasado.
El misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida”. (CIC 1085)

Al participar en el Santo Sacrificio de la Misa, se nos invita a recibir muchas gracias y bendiciones extraordinarias y eficaces.

San Jerónimo, Doctor de la Iglesia, dijo:

“Sin duda, el Señor concede todos los favores que se le piden en la Misa, siempre que sean aptos para nosotros; y, lo cual es una cuestión de gran asombro, a menudo Él también concede lo que no se le pide, si nosotros, por nuestra parte, no ponemos obstáculos en el camino”.

En efecto, la Santa Misa es la oración más grande que tenemos.

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