El Padre Sam nos recuerda que muchas veces pensamos que la vida se debe medir en cuánto el éxito. Poner empeño en tener un buen trabajo, una buena ganancia salarial o buenos resultados en los estudios.
Sin embargo, Dios no nos envió a la tierra con el objetivo de tener estos éxitos. Si por su voluntad tienes todo esto, enhorabuena, pero el sentido de tu vida no debe estar puesto en ello.
¿Cómo sabemos si estamos basando nuestra vida en nuestros éxitos? Si nos quedamos en la decepción de los fracasos. Poner nuestra dignidad en el éxito, hace que busquemos nunca fracasar, y eso es imposible.
Hay que recordar que en muchas ocasiones, los fracasos son mejores maestros que los éxitos. Uno normalmente crece aprendiendo de los errores.
Además, hay que recordar que Jesús nos anima a evangelizar, pero nunca nos prometió tener solamente éxitos en la vida cristiana.
Entonces, si no es el éxito, ¿qué debemos buscar en esta vida?: ser fieles a Dios. No midas tu vida en cuánto éxito tuviste, sino en si fuiste fiel a Él, tanto en el éxito como en la derrota.
Por último, el Padre Sam recuerda que, cuando fracasamos, no debemos quedarnos en la tristeza de la derrota. Uno debe aprender del error, y seguir adelante.