Para tener una buena confesión, hay que seguir cinco pasos: examen de conciencia, contrición de los pecados, propósito de enmienda, confesar todos los pecados y cumplir la penitencia.
Lamentablemente, tanto penitentes como sacerdotes podemos fallar al recibir o administrar este sacramento.
Existen sacerdotes que no respetan la Tradición y al Magisterio por cuestiones personales o confusiones teológicas.
Debemos tratar en lo posible de que esto no afecte en nuestra confesión y estar atentos a que el sacerdote respete los siguientes puntos:
La confesión es cara a cara
Ante la gran dependencia a la tecnología actual, muchas personas creen que pueden confesarse vía e-mail o videollamada.
Creen que así ahorran tiempo, esfuerzo y vergüenza al momento de confesar su pecado. Y -aunque no lo creas- existen sacerdotes que han aceptado esto.
Esto está mal, ya que la presencia física del confesante es imprescindible. Es un acto presencial de arrepentimiento de los pecados y de comunión con la Iglesia.
Es necesario decir tus pecados
Si el sacerdote te indica que no es necesario que le digas tu pecado, y que con su bendición ya estás perdonado, cae en un error.
Uno de los elementos básicos para confesarse es que la persona indique de qué se arrepiente, ya que esto muestra que se hizo un examen de conciencia.
Es necesaria una penitencia
El pecado, si bien está perdonado, igual ha dejado una herida en uno mismo y/o en los demás.
La penitencia busca enmendar esta herida mediante la oración, actos de caridad, o actos de reconciliación concretos a personas determinadas.
Dar la absolución
El sacerdote no debe solamente imponer las manos en silencio, o solo bendecirte para el perdón de los pecados.
Debe decirlo, y la Iglesia dio una fórmula específica para hacerlo. Puede decir algo similar, pero debe indicar que tus pecados son perdonados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.