Durante la Audiencia general celebrada el miércoles 10 de abril en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el Santo Padre indicó que, de todos los pecados, “el orgullo es la actitud más negativa para la vida cristiana”.
El Papa llamó la atención durante la catequesis para “la más importante verdad en toda oración: incluso si fuéramos personas perfectas, santos cristalinos que jamás se desvían de una vida de bien, siempre seremos hijos que le deben todo al Padre”.
Por esta razón, “la actitud más peligrosa de toda vida cristiana es el orgullo. Es la actitud de quien se coloca siempre ante Dios creyendo que las cuentas con Él están en orden. El orgullo siempre piensa que está bien”.
El Papa siguió diciendo que “las personas que se hallan perfectas, las que critican a los demás, son gente orgullosa. Ninguno de nosotros es perfecto, ninguno”. Por el contrario, “hay pecados que vemos y pecados que no se ven. Hay enormes pecados que hacen mucho ruido, pero hay pecados sutiles que se anidan en el corazón que ni siquiera los percibimos en nosotros”.
El pecado del orgullo “puede infectar incluso aquellos que viven una vida religiosa intensa”. Este es el pecado que divide la fraternidad, que nos hace sentir orgullosos de ser mejores que otros, lo que nos hace creer que somos como Dios”.
“Por delante de Dios somos todos pecadores”. Pero sobre todo, “somos deudores, porque en esta vida hemos recibido mucho: la existencia, un padre y una madre, amistades, las maravillas de la creación… Aunque todos pasamos por días difíciles, debemos recordar siempre que la vida es una gracia”.
Ante Dios también “somos deudores porque, aun consiguiendo amar al prójimo, ninguno de nosotros es capaz de hacerlo sólo con nuestras propias fuerzas. Ninguno de nosotros brilla con la luz propia”.