Ha llegado el Adviento y con él iniciamos un nuevo año litúrgico en el calendario de la Iglesia Católica. Quienes aman la literatura podrían considerar un viaje litúrgico “de ida y vuelta” acompañado de una novela de fantasía épica.
El Señor de los Anillos es uno de los libros favoritos de muchísimos lectores en todo el mundo. La habilidad magistral de J.R.R. Tolkien para entretejer la fe católica en la esencia misma de su narrativa —sin volverse nunca moralizante ni explícito— es algo que jamás deja de sorprenderme. Leo la trilogía cada año y, de alguna manera, cada lectura se siente como si fuera un libro completamente nuevo.
Para los católicos que aman la obra de Tolkien, me gustaría proponer una forma renovada de leer El Señor de los Anillos: a través del lente del año litúrgico católico. Los temas de luz y oscuridad, muerte y resurrección, realeza y humildad, tentación y victoria resuenan con los mismos ciclos que recorremos en la Misa.
Aquí presento una manera de alinear tu lectura anual de El Señor de los Anillos con el ritmo sagrado del calendario de la Iglesia.
Adviento: Esperar en la oscuridad por la Luz
El Adviento es un tiempo de anticipación. Comienza en la oscuridad y avanza hacia los primeros rayos del amanecer. Por eso, en parte, el color litúrgico es el violeta: el tono tenue que aparece en el cielo justo antes de la salida del sol. Cristo viene, aunque aún no es visible.
Un momento paralelo en el relato de Tolkien es el descenso de la Comunidad del Anillo en Moria. El camino es incierto, el peligro está cerca y deben avanzar confiando.
Capítulos recomendados:
- Libro II, capítulo 4 – “Un viaje en la oscuridad”
- Libro II, capítulo 5 – “El Puente de Khazad-Dûm”
Aquí encontramos la oscuridad del mundo, la muerte de Gandalf (una figura de Cristo) y la esperanza que impulsa a la Comunidad hacia adelante. Así como la Iglesia camina con anhelo esperanzado hacia la venida del Rey, la Comunidad emerge de las sombras hacia la belleza de Lothlórien, donde la luz brilla débil, pero verdadera.
Navidad: Humildad y gloria escondida
La Navidad celebra la Encarnación: Dios entrando en el mundo no con grandeza, sino en la oscuridad y la humildad. Tolkien incorpora este tema de manera sutil en el viaje del Portador del Anillo y en el poder oculto de los pequeños.
Capítulos recomendados:
- Libro I, capítulo 3 – “Tres es compañía”
- Libro II, capítulo 3 – “El Anillo va hacia el sur”
Frodo parte de la Comarca en silencio y sin llamar la atención, de modo muy parecido a cómo la Sagrada Familia llegó discretamente a Belén. Y, de manera significativa, Tolkien señala que la Comunidad parte de Rivendel el 25 de diciembre. El viaje del Anillo comienza exactamente el día en que la Iglesia celebra el nacimiento de Cristo, un detalle que Tolkien eligió deliberadamente. Desde comienzos ocultos, avanza la salvación.
Cuaresma: Sufrimiento, tentación y camino hacia la santidad
La Cuaresma es el gran desierto espiritual de la Iglesia: un tiempo de purificación, autodominio y lucha interior. El viaje de Frodo y Sam por las tierras áridas de Mordor refleja la batalla del alma contra la tentación y el pecado.
Capítulos recomendados:
- Libro IV, capítulo 2 – “A través de las ciénagas”
- Libro IV, capítulo 9 – “El antro de Ella-Laraña”
- Libro VI, capítulo 1 – “La Torre de Cirith Ungol”
En estos momentos, Frodo soporta agotamiento, soledad y miedo. El engaño de Gollum, el ataque de Ella-Laraña y la captura de Frodo reflejan las profundidades del sufrimiento humano. Y, sin embargo, como Cristo en Getsemaní, el camino hacia adelante es el de la entrega. El amor inquebrantable de Sam refleja nuestro llamado a amar incluso en la hora más oscura.
Semana Santa: Traición y sacrificio en el Monte del Destino
El clímax del Evangelio es la Pasión y Crucifixión de Cristo. Y Tolkien alinea el clímax de su propia historia con sorprendente precisión: el Anillo es destruido el 25 de marzo, una fecha cargada de profundo significado.
En la tradición judía, se creía que el 25 de marzo era el día en que el mundo había sido creado. La Iglesia más tarde asoció esta fecha tanto con la Anunciación (la concepción de Cristo) como con el Viernes Santo (Su crucifixión). Tolkien, maestro del ritmo mítico, sitúa la destrucción del Anillo —y la caída de Sauron— en ese mismo día.
Capítulo recomendado:
- Libro VI, capítulo 3 – “El Monte del Destino”
Aquí vemos el momento de máxima entrega, traición y salvación inesperada. Frodo no puede completar la misión; la gracia debe intervenir. Gollum, figura tanto de corrupción como de gracia, se convierte en el instrumento inesperado de la liberación. Como en la Cruz, la victoria llega por el sacrificio.
Pascua: Resurrección, renovación y alegría
Tras el silencio del Sábado Santo llega la alegría de la Resurrección. El mal ha sido derrotado. La luz irrumpe. El Rey regresa.
Capítulos recomendados:
- Libro VI, capítulo 5 – “El Senescal y el Rey”
- Libro VI, capítulo 6 – “Numerosas Separaciones”
Aragorn es coronado como el verdadero rey, trayendo sanación y paz a la tierra. Los amigos se reencuentran. Las heridas se reconocen, pero se transforman. Todo el reino vuelve a respirar. Es el tiempo de la alegría—del Aleluya. El mundo, cautivo por tanto tiempo en la oscuridad, ha renacido.
Tiempo Ordinario: Fidelidad en lo cotidiano
El Tiempo Ordinario no es “ordinario” en el sentido de algo mundano. Es un tiempo ordenado: días estructurados para el crecimiento, la conversión y el discipulado diario. En El Señor de los Anillos, esto se refleja en el regreso de los hobbits a casa.
Las grandes batallas han quedado atrás, pero ahora llega el heroísmo silencioso de reconstruir, perdonar, sembrar jardines, formar familias y recordar.
Capítulos recomendados:
- Libro VI, capítulo 8 – “El saneamiento de la Comarca”
- Libro VI, capítulo 9 – “Los Puertos Grises”
- Apéndice B – “La cuenta de los años”
El regreso de Sam a la vida familiar, el retiro contemplativo de Frodo y el lento trabajo de la redención reflejan el llamado de todo católico en el Tiempo Ordinario: ser fiel en lo pequeño. Cargar las heridas con gracia. Esperar el viaje final hacia el Oeste.
Conclusión
Tolkien nunca pretendió que El Señor de los Anillos fuera una alegoría. Pero, como católico profundamente creyente, infundió en su mito los ritmos, valores y misterios de la vida cristiana. Al leer la historia junto con las estaciones litúrgicas de la Iglesia, descubrimos una nueva dimensión de belleza y significado.
Así que este año, mientras avanzas del Adviento a la Pascua, de la oscuridad a la luz, de la Comarca al Monte del Destino y de regreso, considera llevar El Señor de los Anillos como compañero de peregrinación. Deja que la historia de Tolkien ilumine la historia de la Iglesia. Y que ambas acerquen tu corazón al verdadero Rey que ya ha triunfado.
