A menudo las relaciones humanas se complican y en ocasiones abrir el corazón puede ser una tarea difícil.

Contemplar el Sagrado Corazón de Jesús nos da herramientas para lograrlo:

1. Abrir nuestras fronteras:

Los primeros discípulos y la primera comunidad cristiana también tuvieron dificultades para relacionarse y abrir el corazón. De hecho, la preocupación por definir quiénes pertenecían y quiénes debían ser considerados extranjeros estaba muy arraigada. En el Evangelio vemos cómo Jesús crea situaciones pedagógicas para ayudar a sus discípulos a afrontar esta forma de pensar. 

Jesús lleva a los discípulos desde Judea (en el sur de lo que hoy conocemos como Israel) hasta más allá de Galilea (lo que hoy es el Líbano). Sin embargo, mientras Jesús los conduce hacia afuera, se da cuenta de que ellos ponen límites y quieren cerrar estrictamente el grupo a quienes ellos consideran que pueden recibir la atención de Jesús.

Él constantemente les recuerda que se necesitan discípulos donde los límites no están  delimitados, y donde no es necesario establecer criterios evidentes de pertenencia.

2. El amor siempre es primero:

Para ayudar a los discípulos a reflexionar sobre su actitud cerrada, Jesús se deja incomodar por varias personas que le piden ser curadas. El Maestro no responde con las barreras impuestas por su cultura. Para Él es cuestión de humanidad acoger a todos. 

“Le dijeron: "¡Señor, que se abran nuestros ojos!". Jesús se compadeció, tocó sus ojos, y al punto recobraron la vista y se fueron tras él” (Mt 20,33-34).

El Corazón humano de Jesús se conmueve. A los discípulos les cuesta abrirse influenciados por sus creencias y sus patrones, pero Jesús socava esta rigidez y les da lecciones a sus discípulos de amor sin condición.

3. Abrirnos a la realidad:

Nosotros podemos también tener patrones y normas, pero la vida nos presenta situaciones que son específicas y nos superan. No basta con recurrir únicamente a nuestras ideas y creencias, preguntándonos qué nos pide Jesús y cómo actuaría Él. 

Al abrirnos a la realidad y poner primero el amor y la misericordia, siempre ganamos.

4. El valor de la espera:

Todos queremos soluciones rápidas. Nuestra cerrazón nos mantiene en un lugar seguro. Abrirnos a los demás nos incomoda. Sentir compasión y amar es más difícil. A veces queremos escapar lo antes posible de las situaciones que nos ponen en crisis.

Dios, en muchas ocasiones, permite que nuestros  problemas no se resuelvan rápido para que podamos cuestionarnos y cambiar. De hecho, es necesario discernir sobre lo que es verdaderamente bueno y no elegir inmediatamente algo solo porque parece adecuado. Desafortunadamente, tomamos muchas decisiones basándonos en la emoción y en lo superficial.

5. Acoger siempre:

Como un verdadero maestro, Jesús, todo el tiempo está intentando ampliar nuestra manera de ver el mundo y, sobre todo, de ampliar los estrechos límites dentro de los cuales estamos tentados a encerrarnos. Su Corazón nos enseña a permanecer siempre dispuestos a la acogida y al amor. 

Debemos estar siempre muy atentos cuando tengamos la tentación de excluir en lugar de acoger. El Corazón expuesto de Jesús es un gran recordatorio de cómo debe permanecer el nuestro.

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